Editorial, LA VANGUARDIA, 16/6/12
EL próximo martes se cumplen veinticinco años del atentado de ETA perpetrado en los almacenes Hipercor de Barcelona a primera hora de la tarde de un día de junio de 1987 grabado dolorosamente en la memoria colectiva. Los terroristas hicieron estallar un coche, en el aparcamiento subterráneo, cargado con amonal y una mezcla de gasolina y cola de contacto. Se trataba de un bomba incendiaria de efectos devastadores. La matanza más sanguinaria de los etarras causó 21 muertos (cuatro de ellos eran niños) y 45 heridos graves.
El atentado de Hipercor provocó una gran y honda conmoción en la capital catalana y en toda España, y mostró con crudeza la faz de unos fanáticos encerrados en su sinrazón. El responsable del comando Barcelona de ETA, Rafael Caride Simón, fue condenado a 790 años de cárcel junto al resto de terroristas implicados en la masacre: Domingo Troitiño, Josefa Ernaga y Santiago Arróspide, que fue quien dio las órdenes.
Un cuarto de siglo después de aquella acción criminal contra la ciudadanía indefensa, ETA ha decretado una tregua indefinida y su desaparición parece haber entrado finalmente en una vía irreversible. Algunos de los terroristas que cumplen condena y han mostrado arrepentimiento se han reunido con víctimas de sus acciones. Es el caso de Caride, que precisamente ayer tuvo una entrevista con Robert Manrique, que resultó gravemente herido en el atentado y presidió durante varios años la asociación catalana de víctimas del terrorismo. El encuentro se inscribe dentro del programa de reinserción propiciado por el Ministerio del Interior para aquellos etarras que se desmarquen públicamente del dictado de la banda.
El tiempo no cura el dolor de las víctimas y sus familiares, solamente convierte en un ejercicio de memoria imprescindible lo que fue una experiencia límite y un trauma para el conjunto de nuestra sociedad. Nada fue igual después de aquel día. El atentado también abrió los ojos de algunos sectores que todavía se aferraban a la imagen heroica que ETA se había fabricado bajo la dictadura. Debe recordarse que Herri Batasuna había conseguido más 39.000 votos en Catalunya en las elecciones europeas. Ciertas simpatías acabaron entonces.
El deber de memoria para con las víctimas se entrelaza hoy con la voluntad inequívoca de poner punto final a la siniestra historia de ETA. El pasado y el futuro están unidos por el imperativo cívico de desterrar la imposición de cualquier idea utilizando el chantaje, el secuestro y el asesinato. Recordar el terrible atentado de Hipercor es una vacuna contra la barbarie.
Editorial, LA VANGUARDIA, 16/6/12