LIBERTAD DIGITAL 14/03/17
IÑAKI ARTETA
· ¿Por qué era tan insignificante y estaba tan sola esa parte de la sociedad que se manifestaba públicamente contra el asesinato?
Hipersensibilidad, sensibilidad excesiva a ciertas cuestiones. La serie protagonizada por la figura de Suñer el cuñado de Franco excitó a los nacionalistas (Aitor Esteban, PNV, la llevó al Congreso por incumplir la Ley de Memoria Histórica el 21 diciembre de 2016). Tremendo. Mientras, el mismo día en un debate de la ETB una mayoría de tertulianos defendía la inocencia de los chicos envueltos en la paliza a los guardias civiles de Alsasua. «Hay que ponerse en el asunto», decía el ex diputado general de Gipuzkoa Martín Garitano (en el programa Minuto a Minuto), «unos chicos salen a tomar algo tranquilamente en su pueblo, nadie sale pensando en meterse en peleas, pero se encuentran en una situación con unos policías que…».
Sin embargo, hace muy poco, el polémico programa sobre los españoles dejaba frío al universo nacionalista, hasta que semanas después salió del ámbito cerrado de la ETB1 y traspasó las fronteras. Para su incomodidad, se han tenido que molestar en pedir disculpas.
Días atrás, los partidos políticos de todas las sensibilidades (que se dice por aquí cuando se incluye al mundo proetarra) se reunían en Vitoria para homenajear a las víctimas del terrorismo. A lo mejor fue un gran día por eso. Pero ¿hay que creerse que haya tenido que dejar de matar ETA para que sectores proabertzales, proetarras o mitad y mitad se hayan reunido en un homenaje así? O, pensando mal, ¿no es más cómodo ese postureo que un sentimiento sincero de culpabilidad? O, pensando peor, ¿una actitud alivia a la otra? Sin duda es lo que conviene en estos tiempos. ¿Por qué no se propició algo así hace tan solo 10 años, por ejemplo? ¿Por qué era tan insignificante y estaba tan sola esa parte de la sociedad que se manifestaba públicamente contra el asesinato? ¿A que resulta más fácil estar ahora reunidos junto a las víctimas (de manera abstracta y sólo un día al año) y los partidos a los que agredieron, que renunciar a las motivaciones políticas que compartieron con sus compañeros asesinos? ¿Alguien, además de Joseba Arregi y quienes le seguimos, va a declarar que aquellos mataron por un proyecto político, por una ideología que aún nos gobierna en numerosos ámbitos de la vida política y civil?
¿Por qué ahora hay que alabar esta unidad en ese día de las víctimas del terrorismo en el que no se menciona (ni se invita) a los que fuera de los partidos lucharon en primera fila manifestándose públicamente mediante su presencia o en su obra artística, literaria o periodística? ¿Por qué en ese acto de (aparente) reconciliación no sólo no se incluye la presencia física de los fundadores del Foro Ermua, de la Fundación para la Libertad o de Basta Ya (entre otros), sino que se ningunea su existencia? ¿Estaré pensando mal imaginando que los presentes ayer ante ese pebetero saldrían corriendo con la sola presencia de un miembro destacado de cualquiera de esos colectivos? ¿De verdad es más fácil fotografiarse con dirigentes de Bildu que con cualquiera de aquellas personas? ¿De ese relato forzado por las conveniencias nacionalistas o filoetarras desaparecerán de manera obligada los civiles que, jugándose algo más que su tranquilidad, demostrando un ejemplo cívico insuperable, no estaban alineados (o no lo están ahora) con ningún partido?
Cuando se dice que la sociedad vasca derrotó al terrorismo, pienso que es una expresión exagerada por poco cierta. La sociedad mayoritariamente miraba para otro lado, ya está muy dicho, pero es que la parte de la sociedad que tuvo que pensarse muy mucho en el salón de su casa si no era demasiado temerario bajar a la calle aquella tarde de jueves para ponerse tras una pancarta condenando un asesinato (y poco después otro) tenía hijos, compañeros de trabajo, jefes, cuadrilla, alumnos…, problemas a la vista. Y me da la impresión de que esa parte de la ciudadanía que se opuso por puro coraje y sin protección a los totalitarios está siendo enterrada, trae malos y molestos recuerdos porquefueron radicales y beligerantes contra esos con los que ahora hay que pactar asuntos ciudadanos de todo tipo, incluso el de la memoria. El signo de los tiempos.
No se puede negar que es tremendamente presentable esa imagen de unidad en torno a un homenaje a las víctimas, pero, concretamente, ¿en base a qué?
En el año 2000, el PNV aupó con sus votos a Josu Ternera a la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco, era «un parlamentario más». Íñigo Urkullu, preguntado al respecto dijo: «Es un dato esperanzador que quien en el pasado se ha relacionado con los derechos humanos en negativo pueda participar y aceptar el juego de las mayorías». Pues eso, adiós a lo negativo.
Mientras los ayuntamientos de Bilbao y San Sebastián se empeñan en quitar rápidamente las placas de Covite recordando a los asesinados por ETA en los lugares en que lo fueron, en el muelle de Plentzia brilla desde hace varios años con letras enormes una pintada a favor de los presos etarras. Hay muchos pueblos con ejemplos así, no merece la pena ni repasarlos, es la prueba del algodón de en qué entorno vivimos. Uno entra a Bilbao por la calle Sabino Arana y siguiendo por la Gran Vía no tarda en llegar a un flamante parque con una estatua de Sabino Arana de buen tamaño, cerca de la sede del PNV pero en un lugar público, para que uno también relacione las cosas rápidamente: la estatua y el parque son suyos, como la ciudad, como el relato de quién es quién y quién hizo qué.