Editorial, EL CORREO, 13/10/12
La fiesta nacional española, que es también de la Hispanidad, transcurrió ayer en términos austeros y con la silueta de Cataluña al fondo. Casi al mismo tiempo que los Ejércitos desfilaban en Madrid, tenía lugar en Barcelona una manifestación por la unidad de España, en un intento de mostrar la pluralidad y la heterogeneidad de la sociedad catalana frente a la marejada nacionalista. Las últimas polémicas sobrevolaron la escena, y de ellas hablaron el Rey y Rajoy. El Príncipe de Asturias recomendó que se haga lo posible por reducir la tensión, ya que Cataluña no es un problema. Así debería ser: la reducción de la crisis sólo se logrará distendiendo el conflicto y abriendo puertas al diálogo que, con el tiempo, habrá de fructificar. Artur Mas ha reconocido que «la Hispanidad también es un patrimonio catalán al cual no tenemos que renunciar», si bien no hay que confundir a su juicio la Hispanidad con el imperialismo español. En efecto, nadie tiene que renunciar a nada porque, si hay afectos profundos, las querellas de familia encuentran siempre su aliviadero. A esto hay que tender, por la vía de la prudencia y de la voluntad de conciliar.
Editorial, EL CORREO, 13/10/12