Tras las elecciones, San Gil empezó a percatarse de que Rajoy quería cambiar la manera de hacer oposición, un cambio sin que se notara, sin plantear un debate, y con ella dando la cara en las próximas autonómicas vascas. Ha llegado a la conclusión de que se estaba perfilando una estrategia bien distinta de la que refleja la ponencia por la que ella tanto peleó.
Otros más calculadores, en su lugar, se habrían callado. Pero María San Gil cometió la ingenuidad política de mostrar públicamente su desconfianza hacia los cambios de estrategia dentro del PP sin pedir nada a cambio, ni estar pensando en montar otro partido, como le han llegado a decir compañeros suyos que llevan ocupando sus cargos de funcionarios políticos la mayor parte de su vida. Y cometió esa ingenuidad porque se vio incapaz, por coherencia, de defender un giro hacia la política de alianzas con los nacionalistas o de dejar de ser exigentes en el concepto de España, por ejemplo.
No pensaba irse de la dirección del PP cuando empezó a detectar que le movían la silla mientras estaba sentada redactando la ponencia política. Tampoco calculó las consecuencias políticas que iba a tener su ‘plante’ público diciendo que había dejado de confiar en Mariano Rajoy. Porque, de hecho, había confiado en el presidente de su partido. Hasta que le decepcionó.
Nada más perder las elecciones, y bajo el frío que empezaba a azotar en las filas del partido que debía ejercer de oposición por segunda vez consecutiva, María San Gil empezó a percatarse de que Rajoy, como tantos otros populares, quería cambiar de manera de hacer oposición en la nueva legislatura. Pero un cambio sin que se notara y, por lo tanto, sin plantear un debate sobre él y, sobre todo, teniendo a María dando la cara como cabeza de cartel en las próximas elecciones autonómicas vascas. Y María San Gil, que ha logrado que la ponencia para el congreso de su partido recoja íntegramente sus posiciones, ha ido llegando a la conclusión, semana a semana, de que se estaba perfilando una estrategia política bien distinta de la que reflejan los folios de la ponencia por la que ella tanto peleó.
Ésta es la historia de una decepción que ha terminado en un abandono inevitable. Porque su coraje tiene un límite. Así lo vive ella. Y ayer, ese límite se perfiló con toda nitidez en la entrevista que mantuvo con Mariano Rajoy, en unas dependencias ajenas a la sede de Génova.
Con los titulares de prensa en la mano, que recogían las declaraciones del presidente Rajoy apoyando al presidente Zapatero tras su entrevista con Ibarretxe, María San Gil le dijo que no se veía haciendo de ‘Pepito Grillo’ permanente, contrarrestando su mensaje desde su rinconcito vasco. Y cuando el presidente de su partido le contestó que no tenía motivos para desconfiar del Gobierno socialista, muy poco más tenía que añadir. Ella le anunciaba su abandono porque no piensa presentarse como candidata en el congreso que piensa celebrar el PP vasco el próximo mes de julio, y Rajoy no hizo nada por retenerla.
Al terminar la reunión privada se decía a sí misma que trabajaría desde la discreción para que otros tomaran su testigo en esta etapa congresual. Pero su ingenuidad le llevó a creer que en el entorno de Mariano Rajoy no contarían el contenido de la conversación. Y no fue así.
Cuando pase la tormenta y María se libere de tantos reproches como le están cayendo estos días, quizás llegue a la conclusión de que la ausencia de malicia, en política, pasa facturas muy dolorosas de pagar.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 22/5/2008