MAYTE ALCARAZ – ABC – 23/10/16
· Discípulo de Anguita, Iglesias ha situado en su diana al icono de la historia del PSOE.
Que le pregunten a Anguita. Iglesias no es más que su discípulo. Con esta frase despacha Felipe González en privado la pregunta sobre la obsesión que manifiesta el líder de Podemos, Pablo Iglesias, contra él. Para el expresidente, el inspirador de ese desprecio político y personal que genera en el dirigente populista proviene de su maestro ideológico: Julio Anguita. El exmandatario comunista, con el que González se las tuvo tiesas durante los noventa a cuenta de la «pinza» con el PP de Aznar, también reconoce esa animadversión. De su cosecha proviene la andanada que el 2 de marzo propinó Iglesias a González durante la fallida investidura de Pedro Sánchez. «La alusión a que Felipe tiene el pasado manchado de cal viva –sostiene un responsable de Podemos– está sacada del argumentario de Anguita, que ha dedicado gran parte de su vida a combatir políticamente al presidente socialista».
El veterano comunista le dio, según esas fuentes, dos consejos a Iglesias hace años: que integrara a Izquierda Unida en un movimiento radical para combatir a «la casta» y que situara en su diana política a González. Ambos objetivos han formado parte de la estrategia del responsable populista. Tanto es así que un miembro de los círculos de Podemos en Madrid reconoce que Iglesias «le tiene siempre en su punto de mira, tanto en las reuniones internas como en las redes sociales. Rastrea cuantos acontecimientos están vinculados a Felipe así como la hemeroteca para hallar cualquier contradicción o declaración polémica que le pueda servir para ridiculizarle».
Calentando el escrache
Precisamente en la semana previa al escrache agresivo que impidió que el propio González y Juan Luis Cebrián impartieran una conferencia en la Universidad Autónoma de Madrid, dos mensajes en su cuenta de Twitter tenían al presidente socialista como objeto de mofa. El primero, horas antes de los incidentes, se plasmó en una antigua foto de González en la que con una de sus manos hacía la señal de victoria y con la otra levantaba el puño cerrado al uso comunista, para ironizar sobre la ambigüedad del mandatario socialista.
El segundo se lo dirigió a Mario Jiménez, el portavoz de la gestora que le acusó del boicot, al que espetó una foto en una agrupación en la que, junto al retrato del fundador socialista, aparecía otro de González colocado al revés. Pero esa fijación comienza un día de noviembre de hace dos años. Iglesias y Errejón acuden a una cena a la que les convida José Bono, y en la que están presentes también otros dos dirigentes de postín: José Luis Rodríguez Zapatero y Emiliano García-Page. Aunque el encuentro se mantiene en secreto, finalmente el diario Huffington Post lo destapa.
En privado, el que fuera líder del PSOE muestra su «perplejidad» sobre un encuentro del que solo tiene noticias cuando ya ha pasado. Cree que esa cita solo dará alas a un partido que tiene en su ADN acabar con la hegemonía socialista en la izquierda. Tanto es así que cuando le preguntan si le hubiera gustado asistir contesta burlón: «Yo estoy a dieta, a ver si adelgazo, y no ceno».
Es evidente que esa velada tiene una segunda lectura por parte de Iglesias: crear complicidades con socialistas que se consideran «versos sueltos» pero que todavía disfrutan de ascendencia en el partido al que su formación intenta liquidar. Su enemigo a batir es precisamente el referente, el icono, de ese socialismo que a duras penas pugna por recuperar el Gobierno de España tras el testarazo de la mayoría absoluta del PP en 2011. Por ello, no ceja de bucear en la trastienda de González. Nada más celebrarse las elecciones del pasado diciembre y cuando se le reprocha su laxitud con los independentistas, el dirigente populista recupera en las redes sociales una frase coincidente con su discurso sobre la plurinacionalidad. «La concepción de España como nación de naciones –sostiene ese texto que data de 2010– nos fortalece a todos». ¿De quién es ese apunte? Del pensamiento de Felipe González, plasmado en un artículo que firma con Carme Chacón días después de la sentencia del TC sobre el Estatuto catalán.
Las humillaciones no han descansado desde entonces: desde la chirigota que le dedicó en un mitin en Cádiz en el que le llamaba «traicionero» hasta sus constantes alusiones al disfrute de la «dolce vita» por parte del expresidente. La denuncia sobre las llamadas puertas giratorias forma parte de sus alegatos mediáticos. Sin ir más lejos, en un debate televisivo recordó que uno de los dirigentes que goza de ese privilegio en el Consejo de Gas Natural es su recurrente enemigo.
«Drogadicto del poder», «inmerso en la decrepitud», «caricatura de sí mismo»… son algunas de las ofensas que Iglesias ha dedicado al exjefe de Ferraz. Cada vez que González, implicado en la defensa de los derechos humanos en Venezuela, le ha recordado su connivencia con ese régimen, el líder populista se ha revuelto. Por eso en la célebre comida de González con Pedro Sánchez a primeros de julio el primero no solo le pidió la abstención para desbloquear España, sino que se despidió con un «a Podemos ni agua», sabedor de que su sucesor en el cargo ya estaba hablando en secreto con su enemigo. Y Sánchez asintió.
MAYTE ALCARAZ – ABC – 23/10/16