JON JUARISTI-ABC

  • Fernando García de Cortázar fue un liberal católico: liberal, como bilbaíno, y católico como hombre de su tiempo

Escribo desde Vitoria, donde asisto a un curso de verano organizado por el Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, que agrupa a los profesores de Historia Contemporánea de mi antigua ‘alma mater’ (o sea, madre nutricia, entendida en el sentido espiritual): la Universidad del País Vasco. Dentro de unas horas, una conferencia de Juan Pablo Fusi pondrá el punto final a una serie de lecciones que han versado sobre la duración de los pasados que se resisten a pasar.

Sin embargo, todo pasa, como este mismo curso, en el que ha estado muy presente la memoria viva de un historiador bilbaíno que ha muerto esta semana, muy pocos días después de que lo hiciera Patxo Unzueta, su paisano. Fernando García de Cortázar y Ruiz de Aguirre (1942-2022) ejerció su magisterio en la Universidad de Deusto, aunque, con frecuencia, impartió conferencias y seminarios en universidades públicas. Ahora bien, su renombre se debe a una intensa actividad como divulgador, en libros que alcanzaron tiradas nunca antes vistas en la edición popular española de tema histórico.

Fue mi profesor en 1976, en un curso de posgrado que tuvo a su cargo en Deusto, su primera actividad docente universitaria tras la defensa de su tesis doctoral. Me impresionaron, ya entonces, el rigor y la claridad de las clases de aquel joven jesuita de 33 años (la edad de Cristo) acerca de la Iglesia española durante la Restauración. Es decir, acerca de la Iglesia que se abrió al liberalismo y a la ciencia moderna (a la biología, que era por entonces la que imponía el paradigma dominante) tras medio siglo de atrincherarse en un tradicionalismo combativo.

Fernando García de Cortázar fue una figura intelectual de la Transición y de la democracia, pero, antes e incluso por encima de eso, fue un militante de la Iglesia del Concilio Vaticano II, un soldado de Loyola formado bajo el papado de Juan XXIII y el generalato del padre Arrupe. No un católico liberal, sino un liberal católico, que no es lo mismo. O sea, como bilbaíno, liberal, y católico como hombre de su tiempo.

Invirtiendo términos que también podrían aplicarse a Patxo Unzueta, fue un historiador con una marcada vocación periodística, que desarrolló a través de sus artículos y como director del Aula de Cultura de ‘El Correo’, institución que promovió el acercamiento de la alta cultura española al gran público. Hasta su desaparición fue un eficaz e incansable empresario cultural. Y un amigo leal que, en palabras de Juan Pablo Fusi, enriqueció con su generosidad y optimismo las vidas de quienes lo quisimos.