Carmen Martínez Castro-El Debate
  • No conviene tomarse a la ligera la degradación moral y el guerracivilismo que Pedro Sánchez ha inoculado en todos los rincones de la conversación pública en España

Vaya por delante mi solidaridad con Berna González Harbour. Probablemente, la mayoría de ustedes no sepan quién es y yo se lo voy a explicar. Es una veterana periodista de El País y respetable escritora de novelas, que ideológicamente está en las antípodas de lo que yo pienso. No tengo nada que ver con ella, pero la cito en esta columna porque ha tenido la dignidad de levantarse de una tertulia donde un compañero de mesa y de ideología se dedicó a ridiculizarla mientras ella argumentaba contra la corrupción del PSOE.

El momento, que se ha vuelto viral en redes sociales, fue como un cortocircuito en el matrix del sanchismo: la izquierda socialdemócrata clásica que aún se escandaliza por la corrupción de los suyos, frente a la extrema izquierda populista que no solo traga con la corrupción y con lo que sea, sino que se burla de quienes aún intentan defender unos mínimos principios morales. Si le añaden a ello una considerable dosis de machismo, tendrán el cuadro completo. Una mujer de izquierda protesta por el desfile de putas que nos está brindando el PSOE y un hombre de extrema izquierda pretende silenciarla con un «po,po,po,po,po» simulando el sonido de una gallina clueca. Viva el feminismo gauche.

Otro periodista que hizo una larga carrera en El País es David Alandete. A él se deben las informaciones sobre la conexión del golpismo catalán con las redes de desinformación y guerra híbrida de Putin en Europa. Como Antonio Caño, Nacho Torreblanca, Maite Rico o Álvaro Nieto, fue purgado con precisión soviética cuando Pedro Sánchez llegó a Moncloa. Nadie de la profesión movió un dedo por ellos. No hubo manifiestos ni alarmas antifascistas ni advertencias sobre el sacrosanto derecho a la libre información.

Hoy Alandete ejerce de corresponsal en Washington con fuentes en todos los departamentos de la administración americana y acceso constante a Donald Trump. Pero hay gente muy molesta porque Alandete le pregunte a Trump por sus opiniones sobre el gobierno de Pedro Sánchez. ¡Qué escándalo! Un periodista español acreditado la Casa Blanca preguntando por las relaciones entre EE.UU. y España. ¡Intolerable!

¿Cuál debiera ser la actitud correcta de Alandete? ¿No preguntar a pesar de su acceso privilegiado al Despacho Oval? ¿O caso debiera preguntar a Trump sólo por lo guapo que es Mr. Handsome?

No conviene tomarse a la ligera la degradación moral y el guerracivilismo que Pedro Sánchez ha inoculado en todos los rincones de la conversación pública en España. Su última hazaña ha sido utilizar al Instituto Cervantes como ariete contra la Real Academia, pero antes fueron cayendo en la trampa muchos otros; los primeros algunos periodistas, los «intxaurrondos», que a la hora de escoger entre el periodismo y el poder escogieron el poder porque este presumía de ser de izquierdas.

Yo me eduqué profesionalmente bajo aquel principio innegablemente corporativista, según el cual «perro no come carne de perro». Era corporativismo, sí; pero defendía la independencia de la profesión frente a las presiones del poder, fuera este del signo político que fuera. Ahora no salgo de mi asombro al ver que la carne de perro vale hasta para hacer chistorras.