Jon Juaristi-ABC

  • La reforma sanchista de la enseñanza de la Historia pretende contentar a progres y yihadistas

Probablemente, no habrá gran diferencia entre los efectos inocuos de un programa de Historia para segundo curso de bachillerato reducido a la Edad Contemporánea (de 1812 a Sánchez Castejón) y los del hasta ahora vigente, que abarcaba de Altamira al bitcoin. Los chavales saldrán tan ayunos del sermón en un caso como en el otro, pues hoy por hoy es imposible que aprendan algo que no pase por el móvil.

Pero el cambio denota una intención: la de eliminar del currículo escolar unos contenidos molestos para la izquierda. Entre ellos (y sobre todo), la incomodísima e insoslayable «realidad histórica de España» a la que se refirió Américo Castro, o sea, el hecho de que la nación española fuera resultado del triunfo militar de la población cristiana sobre la musulmana y de la consiguiente expulsión de judíos y moriscos por monarcas que se identificaron con los valores e ideales de la casta cristianovieja. Se podrá deplorar que las cosas sucedieran de este modo, pero resulta estúpido escamotear dicha realidad histórica de lo que se enseñe en las aulas para no ofender a los islamistas (es decir, a los musulmanes radicales) ni a los padres progres.

En el fondo, la ministra Alegría no es muy distinta de la comisaria maltesa que ha propuesto eliminar la Navidad de Europa porque hiere la sensibilidad de los fieles de otras religiones. Obviamente, la socialista Dalli se refería tácitamente a los yihadistas. A los judíos o a los budistas europeos no les va ni les viene que las mayorías cristianas (en rigor, poscristianas) celebren por devoción o inercia unas fiestas que relacionan con el nacimiento de Cristo. Los terroristas que matan judíos o curas en Europa no son budistas ni judíos, ¿me explico? Tampoco los que aplauden con las orejas cuando algo así ocurre.

La tolerancia en su versión de izquierda es intolerancia activa contra el cristianismo. Lo ha sido siempre, desde que la izquierda apareció, a comienzos de la Edad Contemporánea (1789 en Europa, 1812 en España). No me cabe la menor duda de que el sanchismo intenta sustituir la enseñanza de la Historia de España en el bachillerato por la leyenda del triunfo de la izquierda sobre el oscurantismo de la Iglesia y de la llegada final de la felicidad en forma de vacuna y bonos de cuatrocientos euros para invertir en cultura (o sea, en cultura que no tenga que ver ni con el cristianismo ni con los toros, que en el delirio de las gaznápiras socialistas vienen a ser la misma cosa).

Es curioso que para los ilustrados españoles (Nicolás Fernández de Moratín y Goya, por ejemplo) la tauromaquia fuera un invento musulmán. Incluso Jovellanos pinta el arquetipo del aficionado que no se pierde una corrida de Pedro Romero como un descendiente de Boabdil. Pero esto ya no será motivo de choque de civilizaciones en España, porque tanto Boabdil como Jovellanos desaparecerán en breve bajo la moqueta del patio del instituto.