Miquel Giménez-Vozpópuli
Oriol Junqueras ha desenterrado el hacha contra Puigdemont. Lo hizo en forma de holograma en una conferencia que supone el pistoletazo de salida de las municipales y europeas. Al de Waterloo le ha sentado como una patada en el hígado. Lógico, porque lo es.
En vísperas del juicio por el 1-O, el líder de Esquerra ha demostrado que su presencia, aunque sea en forma de holograma, es mucho más efectiva que el ectoplasma de Waterloo. En tono conciliador, la conferencia insistió en no romper la legalidad, sumar voluntades, seducir y, esto es relevante, no confundir lo deseable con lo factible. Todo muy alejado del exabrupto al que nos tienen acostumbrados Puigdemont y Torra. Del Tot o Res, los republicanos han pasado a la tesis que Saint Exupery ponía en labios de aquel rey que ordenaba al sol que saliera por la mañana, porque era lo lógico. El holograma de Junqueras daba singular peso a frases como “No se come de las banderas”, aunque en Cataluña muchos se hayan indigestado de caviar gracias a ellas. Recapitulemos. La cosa ya venía calentita en el mundo separatista a raíz de la entrevista de Junqueras al rotativo Le Figaro, en la que se descolgaba con afirmaciones tales como “Yo me quedé en Cataluña por sentido de la responsabilidad ante los ciudadanos. Sócrates, Séneca o cicerón tuvieron la oportunidad de huir, pero no lo hicieron y esa responsabilidad cívica y ética me ha impresionado mucho desde siempre”. Era el zasca de vuelta a la querella interpuesta por Puigdemont contra la mesa del parlamento catalán, singularmente contra su presidente Torrent.
Estando el ex presidente escamado ante las reiteradas negativas de Esquerra a sumarse en sus torpes intentos de volver a capitalizar el bloque separatista, solo le hacía falta esa pulla
Estando el ex presidente escamado ante las reiteradas negativas de Esquerra a sumarse en sus torpes intentos de volver a capitalizar el bloque separatista, solo le hacía falta esa pulla, la primera que, de manera pública y notoria, le lanza el encarcelado de Lledoners. Que las aguas bajan revueltas lo demuestra la réplica, agria y montaraz, de Puigdemont: “Tendré paciencia hasta que se produzca la sentencia del juicio. Después, explicaré lo que tengo que explicar”. Amenazando, que es gerundio. Aunque no son pocos los que apuntan que quien puede explicarse primero, y el que da primero, da dos veces, es Junqueras, que tiene en el juicio una plataforma magnífica para dejar claro cual fue su papel y el del por entonces presidente de la Generalitat.
El fracaso del ectoplasma puigdemontiano, ridículo híbrido entre el espectro del padre de Hamlet y Casper, el pequeño fantasma, no da más de sí
El fracaso del ectoplasma puigdemontiano, ridículo híbrido entre el espectro del padre de Hamlet y Casper, el pequeño fantasma, no da más de sí. En cambio, el holograma de Junqueras cobra a cada día que pasa más fuerza, más potencia, más prestigio entre el votante separatista, un poco harto de tanta bravuconada y de, si se me permite la expresión popular, de tanto lirili y tan poco lerele.
En estos días que se avecinan, con el juicio como telón de fondo, van a dilucidarse mucho más que las cuestiones que tengan pendientes los acusados con la ley. Lo que allí se ventila, en realidad, es quien se queda con la razón social del separatismo catalán de cara a los próximos años. De como se desarrollen las sesiones y de lo que allí digan los protagonistas va a depender en no poca medida el resultado de las municipales, las europeas y, si no hay presupuestos, de las próximas elecciones autonómicas. Porque, según indica todo, Torra no pasa de agosto. De mente literaria, el actual President optó por el ectoplasma inspirado en las novelas románticas de Sir Walter Scott, pobladas de caballeros, de romanticismo, de castillos escoceses envueltos por pertinaces brumas y apariciones añejas, mientras que Junqueras ha elegido el holograma de Obi Wan Kenobi, mucho más actual. Con eso ha relegado al de Waterloo al lado oscuro y de todos es sabido el trágico final de Darth Vader.