Homenajear a Miguel Ángel es hacerlo a la lucha contra ETA

EL MUNDO 11/07/17
EDITORIAL

«HOY, 12 de julio de 1997, no es, no va a ser, no puede ser un día más. Esta tarde, los heraldos de la irracionalidad amenazan con volver a cruzar la frontera de la crueldad y la barbarie. Esta tarde pueden consumar la amenaza que pende sobre la cabeza de Miguel Ángel Blanco y llevar hasta el final el pulso que han echado no al Gobierno, ni a Interior, ni a las fuerzas de seguridad, ni a tal o cual partido, ni a un grupo determinado de ciudadanos, sino al conjunto de la sociedad vasca y española». Así empezaba el editorial de EL MUNDO el día en que fue vilmente tiroteado –con dos disparos en la cabeza y de rodillas– Miguel Ángel Blanco, que moriría al día siguiente.

Desafortunadamente ETA cumplió su amenaza, pero provocó una feliz reacción en la inmensa mayoría de la ciudadanía en las fuerzas políticas democráticas, que recogieron el desafío que había lanzado la banda terrorista. Fue el momento en el que en el País Vasco se empezó a aislar de verdad al terrorismo y a sus riberas políticas y sociales. Por eso aquellos días dijimos que «bajo el clamor de la protesta popular y de la impotencia y la rabia que ha embargado a millones de ciudadanos, se ha generado espontáneamente estos días –por decirlo con una metáfora– un impresionante caudal de energía contra la violencia de ETA y su entorno».

Por ello, y como ya decíamos hace unos días con motivo del recuerdo de la liberación de José Antonio Ortega Lara tras su inhumano secuestro, es imprescindible mantener viva la memoria de lo que ocurrió, que hubo víctimas que sufrieron y sufren y verdugos que hicieron sufrir. Por eso es necesario luchar para que no se distorsione el relato de los hechos, tal y como pretende el nacionalismo vasco radical. Afortunadamente, hace seis años que ETA no mata y dice que ha entregado sus armas. La banda ha sido derrotada por la democracia y buena parte de la victoria se gestó en aquellos días de julio de 1997, cuando España salió a la calle para repudiar aquel crimen. Ahora queda que ETA se disuelva, pida perdón a las víctimas y ayude a esclarecer los asesinatos que todavía no han sido resueltos por la Justicia.

Por eso es imprescindible que todas las fuerzas políticas democráticas se encarguen de mantener un relato veraz de lo que ha sucedido con el terrorismo en España en los últimos cincuenta años. Y aquí no vale buscar un justo medio, sencillamente porque no lo hay. Por eso no se entienden las reticencias de la alcaldesa de Madrid en homenajear desde el Ayuntamiento la figura de Miguel Ángel Blanco con la excusa de que sería «una situación de menosprecio de unas víctimas con relación a otras». Es cierto que la alcaldesa y el propio consistorio van a participar en los actos en los que se va a recordar la memoria del concejal del PP, pero no hacía falta ese hilar tan fino de una alcaldesa que no ha dudado en poner pancartas y banderas de todo tipo en la fachada del Ayuntamiento. Como tampoco se entiende esa equidistancia de algunos dirigentes de Podemos con la memoria de Blanco, que enturbian los homenajes que se le riden estos días por toda España. Y algo similar, aunque en un tono mucho menor, ocurre en el PSOE Su presidenta, Cristina Narbona ha defendido los actos en recuerdo de Blanco y ha reconocido que el denominado espíritu de Ermua que nació como respuesta popular y política al cruel asesinato fue «un movimiento imparable por parte de la sociedad vasca y española». Pero a la vez, fue incapaz de condenar la actitud de los grupos municipales socialistas en Bilbao y en tres municipios de Cádiz que no han apoyado los homenajes.

Como dijo ayer Marimar Blanco, hermana de Miguel Ángel y presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, «recordar a mi hermano es recordar a todas las víctimas y el paso al frente de la sociedad vasca y española». Es una pena que 20 años después, cuando a ETA sólo le queda rendirse, aparezcan fisuras en los partidos que sólo hacen remover algunos rescoldos.