El entorno de ETA recuerda a sus terroristas fallecidos. Los que mandan quieren reconocimiento y los que obedecen se lo ofrecen sin rechistar. Es la normalidad patológica de una parte de los ciudadanos de este país.
La polémica política de los últimos días ha girado torno a la celebración de actos de homenaje a etarras muertos. El entorno de ETA recuerda a sus terroristas fallecidos, algo habitual en aquellos cuya actuación política está subordinada a los que manejan las pistolas. Los que mandan quieren reconocimiento y los que obedecen se lo ofrecen sin rechistar. Es la normalidad patológica de una parte de los ciudadanos de este país.
Lo que ya no resulta tan normal es que partidos democráticos sigan teniendo la debilidad de hacer gestos de apoyo a los terroristas desde los ayuntamientos por no enfrentarse a los radicales, como ocurrió, por ejemplo, en Azpeitia, el pasado 29 de julio. ANV, EA y Aralar apoyaron una moción en la que se expresaba la «preocupación» municipal por la situación del vecino Iker Iparragirre. El vecino había sido detenido tres días antes por la policía francesa en su condición de presunto miembro de ETA en compañía del supuesto jefe del ‘aparato logístico’ Juan Cruz Maiza Artola.
A EA y Aralar les faltó tiempo en Azpeitia para «preocuparse» por la detención de un presunto delincuente, pero no han tenido tantos reflejos para actuar en Etxarri Aranaz, donde gobierna la coalición Nafarroa Bai, de la que ambos forman parte. Maiza Artola, acusado de varios asesinatos por la justicia, es natural de ese municipio navarro cuyo ayuntamiento le declaró el 11 de marzo de 1986 «persona respetable y de intachable comportamiento». Le regalaron tal distinción no porque el consistorio no supiera que su convecino pertenecía a ETA, sino porque sabían que era miembro de la organización terrorista.
La detención de Maiza hubiera sido un buen momento para que los dos partidos democráticos rectificaran aquella ignominia local. Y ya puestos, podrían haber corregido dos ignominias en el mismo ayuntamiento, la de Maiza Artola y aquella otra por la que los asesinos de Jesús Ulayar fueron nombrados hijos predilectos de la villa. Cuando la familia de la víctima pidió en 1995 que se retirara esa distinción, la abstención del PNV y de EA, que tenían seis votos frente a los cuatro de HB, permitió que los asesinos mantuvieran el reconocimiento municipal.
«Todas las víctimas reclaman lo mismo: memoria, dignidad y justicia», decía el diputado general de Álava, Xabier Agirre, el domingo en este periódico para justificar que la primera medida adoptada por su Consejo de Diputados fuera colocar una escultura de homenaje a las víctimas de la represión franquista. En efecto, pero mientras se adopten acuerdos como los de Azpeitia y no se modifiquen otros como los de Etxarri Aranaz a las víctimas más recientes, las de ETA, se les estará negando la dignidad y la justicia.
Florencio Domínguez, El Correo, 21/8/2007