ABC 05/07/17
DAVID GISTAU
· Ignacio Echeverría y Miguel Ángel Blanco no les sirven, no son suyos, no pueden hacerse con ellos una camiseta
Alos poco avisados acerca de la catadura de Podemos y de sus colgajos todavía ha llegado a sorprender la mezquindad con la que han saboteado homenajes a dos fallecidos que dolieron a España casi entera. Un concejal de Alicante que se deja los pelos faciales y craneales como Stendhal –sin pasar por ello de síndrome– rechazó un reconocimiento público a Ignacio Echeverría amparado en el argumento, sin duda trascendental en el relato de los hechos, de que no estaba probado que el joven tuviera un monopatín: se nos puso el concejal a jugar al Cluedo y acaso haya resuelto que Echeverría iba subido a un candelabro y en realidad se llamaba señorita Mandarina. Agréguese que el Kichi de Cádiz niega una calle a Blanco en el vigésimo aniversario de su asesinato.
Cada vez que en Podemos necesitan esquivar un compromiso de este tipo, lo que hacen es diluir la excusa en lo genérico: no rendimos homenaje a esta víctima en concreto porque estamos contra todas ellas, las del franquismo, las del machismo, las del tráfico, las de las conservas en mal estado, bla bla bla. Es el mismo recurso elusivo de Pablo Iglesias cuando se le pide opinión sobre presos de conciencia venezolanos como Leopoldo López: está contra todos ellos, también contra los que pueda haber en los sótanos de las democracias escandinavas a poco que se busque en ellos. Podemos sólo desciende a lo concreto para consagrar la memoria de mártires comunistas. Sólo honra a los muertos cuando siente que son suyos, que le pertenecen en términos de bandería y que además sirven para nutrir su mitología, su sentido de la continuidad histórica y la narrativa colectiva que anhela imponer como parte de esa refundación purgante que constituiría su Transición cuarenta años después de la Transición. Ignacio Echeverría y Miguel Ángel Blanco no les sirven, no son suyos, no pueden hacerse con ellos una camiseta o un relato de esos que emplean para expresar que, de los Graco en adelante y pasando por el tren de la estación de Finlandia, varios miles de años de redención pendiente han desembocado en ese regalo a la humanidad que es el salvador Iglesias.
Por otra parte, y aunque el hecho original –el asesinato– sea espantoso, tanto con Echeverría como con Blanco pudimos constatar que los héroes civiles, los portadores de la Corona Cívica romana, constituyen un combustible moral que cohesiona su sociedad y, aunque sólo sea por un instante, la impele a ser mejor. No era posible esperar de Podemos que contribuyera a fabricar mitos estimulantes en la misma sociedad que impugna para procurarse, a partir de los escombros, la licencia de reconstrucción. Nadie bueno hay fuera de Podemos, nadie bueno hay en este ciclo del 78 del cual Podemos, con ayuda de sus orates catódicos, sólo quiere que se cuente el tremendismo, los pobres, los corruptos y los franquistas lampedusianos que permanecen entre nosotros como células durmientes de fascistas a los que todavía es necesario pasar por la cuchilla de la historia.