- A este paso, la flotilla del odio va a tardar más en cruzar el Mediterráneo que Ulises en regresar a Ítaca
A este paso, la flotilla del odio va a tardar más en cruzar el Mediterráneo que Ulises en regresar a Ítaca. Lo suyo sería que las reinas del alardeo moral, la posesa niña Greta y la aviesa adulta Ada, regresaran al puerto de origen a bordo de esas mismas naves llamadas a convertirse en mito. No sabemos aún quién será el vate que recoja en hexámetros las proezas, avatares y extravíos de las heroínas, quién las cantará luego por los pueblos con una subvención de la Diputación, empezando por Badajoz. Acaso Ismael Serrano, cuyo vibrato, pese a ser una burla de Serrat, puede aquí servir para que tiemblen las ventanas de los pueblos, en gira. Y aunque estallen, pues bien lo merece la aventura extraordinaria de la posesa y la aviesa.
Las veo del todo comprometidas –y hasta ‘coprometidas’– en su empeño fundamental, que es tocar los dídimos a gentes con cosas más urgentes y existenciales que hacer, básicamente sobrevivir al genocidio que una turba de «palestinos» (sea eso lo que sea) empezó un 7 de octubre contra ellos, los israelíes, y pretenden rematar. De ahí viene lo «del río al mar» que la gentuza antisemita en general no consigue identificar. Me pregunto qué les enseñarían en el colegio (supongo que a masturbarse unos a otros), y qué diantres han leído en su vida (supongo que una novela histórica al peso).
Como fuere, los verdaderos genocidas son los que llamaban entusiasmados a sus padres para contarles que llevaban cinco asesinatos de inocentes a sangre fría. A estos los defienden los miembros de la flotilla del odio, partidarios asimismo de exterminar a Israel (del Jordán al Mediterráneo). Por eso repiten el mismo eslogan de lesa humanidad. No en balde los promotores últimos de las vacaciones de Greta, Ada y otra gente envenenada, en su flotilla del odio, son precisamente los que, a las órdenes de la tiranía iraní de los ayatolás, empezaron el trabajo de genocidio que, evidentemente, no se les va a dejar culminar. Ni continuar un rato más.
Las Gretas y Adas de este mundo, unas por posesión diabólica y otras por maldad de extrema izquierda (ambas, eso sí, adornadas con el título universitario que viene en la etiqueta de Anís del Mono) son casi lamias. Sin embargo, en la versión cinematográfica, cuando a la posesa la encarne Scarlett Johansson y a la aviesa la interprete Charlize Theron, quedarán más claros los efectos que provocan las lamias. Hay una fiestera, negacionista de las violaciones del 7 de octubre, cuyo papel secundario será imprescindible para entender qué tipo de relaciones, actividades, preocupaciones y debates intelectuales se están dando en las navecillas. El personaje debería ir a una chica Almodóvar, pues a un pedrusco solo le sacas jugo con fórmulas como las del pequeño cineasta: horterada cruda en vena imposible de interpretar en su verdadero sentido (nulo) y en su real espanto estético para cualquiera que no haya conocido la España que vota a Sánchez.