Homs asume que delinquió el 9-N

ABC 20/09/16
EDITORIAL

· Poner en riesgo la soberanía popular, manipular al electorado, mentir a la ciudadanía o declararse insumiso niega toda legitimidad política al exconsejero nacionalista

EL que fuera consejero catalán de Presidencia cuando se celebró la consulta farsa del 9-N, Francesc Homs, convirtió ayer su declaración como imputado ante el Tribunal Supremo en la escenificación de un ejercicio de victimismo sin recorrido alguno. La Fiscalía aprecia indicios de desobediencia al TC, prevaricación y malversación para convocar la consulta independentista, y Homs dejó poco margen al magistrado instructor para evitar tener que solicitar al Congreso el suplicatorio y poder acusarlo formalmente. De hecho, Homs se envalentonó ante las cámaras diciendo que se rebelará para no acatar las resoluciones judiciales, sostuvo que se trata de un «proceso político» con una sentencia «ya dictada» y se reafirmó en su consentimiento de la consulta, de modo que difícilmente podrá invocar ya inocencia alguna. Cometió sus delitos de modo intencionado y a sabiendas de las consecuencias.

La grotesca sobreactuación con que Homs y el independentismo quisieron cargar las tintas –acudiendo al Supremo en tropel con dirigentes de ERC y de Podemos, y apelando a la «guerra sucia» contra Cataluña porque allí «la democracia está en juego»– fue la teatralización de un fraude. Y alegar, como hizo, que no existió una prohibición expresa del TC es el argumento más simplista, demagógico y cínico jamás escuchado a la puerta de un tribunal. En Cataluña no hay ningún «proceso político», sino un chantaje al Estado en toda regla cuyos protagonistas ya no saben qué hacer para que se les catalogue como mártires de un imposible. Las advertencias del TC fueron nítidas, como lo son ahora las acusaciones del fiscal, por más que el separatismo quiera atribuirle una dependencia del PP para criminalizarle. También el PSOE ha denunciado que el desafío se basa en una ilegalidad para romper España. Ahí radica la burda mentira. Homs, Puigdemont o Mas saben que la democracia reside en la voluntad de todos los españoles y que nunca estará en riesgo por prohibir un referéndum independentista. Si la democracia «está en juego», como se quejan, es por su obsesión en incumplir la ley sistemáticamente, causar una ruptura emocional en Cataluña y enfrentarse al resto de España desde un falso mito de superioridad moral para aparecer como víctimas de una falsa persecución.

Desde una perspectiva moral, Homs es tan corrupto o más que cualquier político sorprendido con la mano en la caja. Pervertir la política, poner en riesgo la soberanía nacional, manipular a los electores, mentir a la ciudadanía y declararse insumiso constituyen conductas que niegan toda legitimidad a quien las practica, máxime cuando se hace en nombre de una presunta voluntad popular y de un interés general falsificado.