Ignacio Camacho-ABC
- Sánchez necesita un cambio de escenario. Y sólo las urnas pueden ya sacar el mandato del marco de los juzgados
Huele a precampaña. En realidad nunca ha dejado de oler desde que Sánchez llegó al Gobierno y lo convirtió en un gabinete de propaganda en continuo funcionamiento, pero ahora se están empezando a cuadrar las coordenadas de un final de legislatura antes de tiempo. Más verosímil en primavera que en invierno y con el presumible fracaso de los Presupuestos como coartada para sacudir el tablero. Ése sería el pretexto; el motivo real, la inviabilidad de mantener el bloqueo y la necesidad de buscar una salida al atolladero judicial que amenaza con rodear al presidente de una cuerda de presos. La estrategia de la resistencia tiene límites y tal vez se esté aproximando el momento en que Pedro tenga que elegir entre una remota posibilidad de éxito y la certeza de un desplome completo.
Por un lado está el horizonte penal de su familia –lo que más, quizá lo único que de verdad le importa–, de sus más estrechos colaboradores en el Ejecutivo y ya también del propio partido, sobre cuya financiación irregular han aparecido algo más que indicios. Aunque los plazos procesales pueden dilatarse, la Justicia los está acortando por el camino más expeditivo y como mínimo el fiscal general, Begoña Gómez y David Sánchez van a sentarse pronto en el banquillo, con Ábalos también a punto de que le abran juicio salvo que renuncie al aforamiento –lo está calibrando– para diferirlo. En ese contexto resultaría muy complicado sobreponerse a una imputación del PSOE a título corporativo.
Por otra parte, el laboratorio de Moncloa contempla una ventana de oportunidad para lograr un repunte en las encuestas. Su facilidad para imponer temas de conversación pública le ha permitido hacer del conflicto palestino una herramienta de movilización de la izquierda; el siguiente paso consiste en ver si la idea de constitucionalizar el aborto les da alguna opción de recuperar el voto feminista espantado ante la mezcla de putiferio y corruptelas. El resto lo fían al crecimiento de la ultraderecha, que aumentará mientras más se tense el clima político, y a las trampas que el PP acostumbra a ponerse a sí mismo en cuanto las elecciones se acercan y la expectativa de ganarlas provoca a sus dirigentes temblor de piernas.
Estamos en el terreno especulativo, el de las hipótesis, pero cada vez queda más claro que el mandato no aguanta dos años más salvo el improbable caso de que los socios accedan a proporcionarle oxígeno presupuestario. El adelanto no garantiza en absoluto una absolución popular preventiva, más bien lo contrario; se trataría de parar el reloj de la maquinaria judicial y sobre todo de sacar el debate ciudadano de ese marco, de devolverlo al escenario de confrontación frentista donde los socialistas se mueven con experiencia, habilidad y desparpajo. Si se arriesgan a que empiecen a caer veredictos de condena, aunque no sean firmes, será tarde para intentarlo.