Tal día como hoy se cumplen 310 años de uno de los mitos fundacionales del procés. Es cosa ya sabida que todo nacionalista es partidario de la máxima que exponía el director del ‘Shinbone Star’ al senador Stoddart en ‘El hombre que mató a Liberty Valance’: “cuando la leyenda se convierte en realidad hay que imprimir la leyenda”. Ellos siempre son partidarios de imprimir la leyenda aunque no se convierta en realidad. Nunca lo hace.

El mito al que me refería es la defensa de Barcelona ante los ataques  borbónicos, que el 11 de septiembre de 1714 tomaron la ciudad, pese a la heroica resistencia que opuso al frente de los suyos el ‘conseller en cap’, Rafael Casanova. Muchos nacionalistas consideran que Casanova cayó aquel día en la defensa de Barcelona. Nada más falso. Alcanzó el perdón real y volvió a ejercer la abogacía prácticamente hasta su muerte en 1743.

La Diada viene a ser la fiesta nacional de Cataluña y su primer acto es la ofrenda floral al monumento a Casanova. Me lo explicaba una catalana esencial con la que coincidí en un inenarrable viaje a Cuba: “Es que a los catalanes nos gusta mucho celebrar nuestras derrotas”.

No puede extrañar, por tanto, que en los partidos del Barça se haya cultivado tanto el mito como para al señalar el reloj digital del Camp Nou las 17:14 el personal se ponga a gritar: “i-inde-independencia” durante un rato. Sin embargo, su voluntad de ruptura, como ya había pasado en Euskadi durante el plan Ibarretxe, solo se materializó en las familias catalanas, (y las vascas) partiendo por la mitad las mesas de comedor.

Un balance elemental puede hacernos una adecuada composición de lugar. El pronóstico de Sánchez: “seremos dos presidentes socialistas (se refiere a Salvador Illa y a sí mismo) los que hagamos que avancen el progreso económico, convivencia y justicia social durante los próximos cuatro años” era falso. Lo que él entiende como convivencia es el chantaje permanente de unos golpistas que en ningún momento han renunciado a su programa máximo y a repetir la performance del 1-O cuya responsabilidad achacan a un Gobierno del PP: ‘Ho tornarem a fer’, que lejos de ser una amenaza es una promesa separatista  cuya materialización se ha empedrado por todas las cesiones que ha venido entregando Pedro Sánchez. La división entre el independentismo y España es la misma, pero ahora los creen que pueden ganar y en la Generalidad gobierna un partido que está bastante de acuerdo con ellos. Hay separación entre el Govern y la oposición separatista, pero también entre el Govern y el constitucionalismo catalán. Hay ruptura entre los dos partidos nacionalistas, Junts y ERC que se odian más entre ellos de lo que odian al PSOE, pero la cosa no queda ahí: Junts también está roto entre el sector que apoya a Artur Mas y el que sigue a Puigdemont y otro tanto viene a pasar en Esquerra entre las facciones de Oriol Junqueras y de Marta Rovira, un duelo en la cumbre que tiene mucho de extravagante. Los dos se acusan mutuamente de haber filtrado el cartel de los hermanos Maragall. Rovira condena la campaña por agresiva, pero no renuncia sacarle provecho: “si la denunciamos públicamente quizás arrancamos unos cuantos votos de solidaridad”. El presidente Illa celebró la Diada con una nota de prensa banal anunciando su intención de gobernar con la prioridades correctas y para todos. Eso sí, la nota estaba solo en catalán.