Jon Juaristi-ABC

Primera huelga general del País Vasco en el siglo XXI o lo que va de ayer a hoy

 

Lloviznaba. Hacia las siete de la tarde, un cortejo tétrico ocupó la calzada de la Gran Vía de Bilbao coreando consignas confusas. La que más se repetía era gora greba orokorra (algo así como «viva la huelga general»). Hacía décadas que no la oía, y me sonó anacrónica y cursi. La fórmula nació en los años ochenta, no en las fábricas sino en los despachos de las universidades. De sus tres palabras, dos son neologismos (greba, además, es un galicismo para evitar decir huelga).

Fue el jueves pasado. Yo estaba en Bilbao, invitado por una fundación local, para conversar en público sobre la lengua española con mi amigo Emilio del Río, riojano y latinista. Y nos encontramos al llegar con una huelga general. La primera huelga general vasca del siglo XXI. En realidad, una huelga general escuchimizada y ridícula, convocada por los sindicatos abertzales. Una huelga general para exigir del Gobierno un SMI de 1.200 euros, transferencia de las pensiones a la comunidad autónoma vasca y otras cuantas cosas. Por pedir que no quedase. Los sindicatos no abertzales, Izquierda Unida, Podemos y el PSOE se desentendían de la convocatoria. Alegaban que la verdadera finalidad de la misma era reforzar a Bildu ante las próximas elecciones autonómicas. Los convocantes, a su vez, acusaban a todos aquellos, pero en particular a Podemos, de actuar al servicio del PNV.

Algunos manifestantes hacían estallar petardos, con la intención, supongo, de animar el mortecino final de la heroica jornada de lucha del proletariado nacionalista vasco. A medida que la procesión descendía Gran Vía abajo, iban levantándose las persianas y encendiéndose las luces de los comercios, para hacer algo de caja con los restos del día. Emilio y yo comenzamos a perorar sobre el asunto del español a las siete y media, según el horario previsto.

Al terminar, alguien preguntó acerca del porqué de la hostilidad de los nacionalistas vascos a la lengua española. Es cierto, contesté. Parece bastante absurdo, porque los más hostiles son precisamente los que no hablan otra lengua que el español. Así sucedía ya con Sabino Arana Goiri, que publicó toneladas de artículos, siempre en español, porque era incapaz de hacer una frase inteligible en vasco.

A mi juicio, dije, siempre que los nacionalistas vascos arremeten contra la lengua española, lo hacen en realidad contra la nación española. Federico Krutwig, uno de los ideólogos de la primera ETA, sostenía que los vascos tenían cuatro lenguas propias: el vasco, el francés, el español y el gascón, que es un dialecto occidental del provenzal (el dialecto en el que hablaban entre sí Bernardette Soubirous y la Virgen de Lourdes). Todas son lenguas vascas, decía Krutwig, pero como el español y el francés son las lenguas de los dos Estados que oprimen a la nación vasca, hay que rechazarlas y combatirlas. Mientras los vascos olvidan el español y el francés y aprenden vasco, lengua que la mayoría no habla, seguía diciendo Krutwig, pueden arreglárselas con el gascón, que suena parecido al catalán.

En fin, localicé en una librería de viejo de Bilbao un texto mío del año 1998, de cuando ETA, invirtiendo un conocido aforismo de Clausewitz, definía la política como la guerra hecha por otros medios: «Se trata entonces -escribía yo- de que los abertzales sean coherentes y de que hagan política. O sea, la guerra con medios políticos y no la política con medios bélicos. Por mi parte, puedo garantizarles que no me consideraría por eso menos enemigo suyo de lo que soy ahora». Y bien, sigo considerándolos mis enemigos, aunque se limiten a tirar petardos y a ponerse chulos con los tenderos en patéticas huelgas generales.