ENRIC GONZÁLEZ – EL MUNDO – 28/11/15
· Me llama Antonio Robles, el primer secretario general de Ciudadanos, para señalar que en un texto mío, un perfil de Albert Rivera, hay un error. Contra lo que señala la historiografía más o menos oficial de Ciudadanos, contra lo que creen bastantes de los participantes en el congreso fundacional de 2006 y contra lo publicado el viernes por este periódico, Robles sí era militante del partido cuando fue elegido como número dos.
Resulta que Robles había estado trabajando en otro proyecto político (en 1997 ya había montado una formación llamada precisamente España Constitución de Ciudadanos) y no quiso abandonarlo, cambiando de afiliación, hasta asegurarse de que Ciudadanos sobrevivía a un embarazo tormentoso. Bien. Corregido queda.
Tomamos un café y charlamos sobre el difícil combate que libraron durante muchos años, desde principios de los 80, quienes se oponían al nacionalismo catalán y defendían los derechos de los castellanoparlantes. Los protagonistas de ese combate no eran muchos y estaban sometidos al escarnio oficial, teniendo en cuenta que era Jordi Pujol quien decidía lo que era oficial, lo que era oficioso y lo que no debía existir. Daba igual que entre ellos abundaran los izquierdistas: oficialmente, eran todos fachas. Uno, Federico Jiménez Losantos, sufrió un secuestro y un disparo en la rodilla. Ninguno se salvó de los insultos y de la exclusión. Varios acabaron marchándose de Cataluña.
El Manifiesto de los 2.300, el Foro Babel, la Asociación por la Tolerancia y otras iniciativas y entidades de mayor o menor vigor fueron sucediéndose, y acumulando tradición política, hasta la modesta aparición de Ciudadanos y su actual crecimiento. No eran muchos quienes forjaron esa tradición, decíamos, pero sí representaban a muchos, o al menos eso cabe deducir del actual mapa político catalán. Si el nacionalismo y el independentismo eran políticamente legítimos (lo eran y lo son), no eran menos legítimos quienes se oponían a ellos, pero fueron silenciados y ninguneados. Se trata de una extraordinaria historia de resistencia.
Los enemigos del nacionalismo catalán ya se hacen oír. Eso es bueno. Ahora faltaría un refugio para los últimos huérfanos: un partido de izquierda internacionalista (es decir, europeísta con alternativas reales a la cosmovisión alemana y atento a la cuestión migratoria), de izquierda adulta (para Bambis nos sobra con lo que hay), de izquierda dispuesta a gobernar en el mundo real. Quizá algún día.