Teodoro León Gross-ABC
- Cataluña aspira a acabar con la lógica igualitaria del café para todos, herencia de la odiada Transición. Y va a ser la izquierda la que rompa la caja común
Sánchez, mientras distraía al público con el enésimo truco de mago amateur sosteniendo que Ábalos «desde el punto de vista personal era un gran desconocido para mí«, escenificaba una humillación al nacionalismo de Cataluña en toda regla. Esta vez vía Junts. Dos entrevistas catalanas para bajarse los calzones hasta las cachas. Convertir a Ábalos, su íntimo conmilitón, en ‘ese diputado del Grupo Mixto del que usted me habla’, era la bolita del trilero para provocar horas de tertulia política, entre la risotada y la perplejidad, ante el desahogo descarado del presidente. Ya no es que Sánchez sepa que mentir le sale gratis, sino que ha comprobado que es algo que su clientela hasta le premia, festejándole la chulería de reírse en la cara del país. ¡Olé! ¡Con un par! ¡Ese es mi Pedro! Jolgorio en las redes.
Sánchez, de hecho, estaba sometiendo al Estado al servicio de Junts para comprar margen con el que arrastrar su mayoría, lastimeramente, unos meses más. «La normalización completa no se producirá hasta que Puigdemont no pueda volver a Cataluña, yo me veré con él», decía del prófugo al que prometió entregar a la Justicia. Ni siquiera les reclama que se comprometan a no repetir. El ‘procés’ de la próxima generación tendrá más facilidades legales por cortesía del sanchismo. Y la pasta, por supuesto. Sánchez también anunciaba «más facilidad para invertir» y mencionaba «construcción de vivienda, eso es algo que se lo debemos a Junts». ¡A Junts! No se lo deben a la sociedad española, a una generación de jóvenes con proyectos vitales amputados, sino a Junts. Ese es el político Sánchez, un tipo que sólo entiende la política como el mercadeo del poder.
Todo esto es algo más que ese manoseo ventajista. Sánchez usa los intereses del país como moneda de cambio. A él le sale a ganar, y a España con seguridad a perder. En definitiva, Cataluña aspira a acabar con la lógica igualitaria del café para todos, herencia de la odiada Transición. Y va a ser la izquierda, qué ironía, la que rompa la caja común. Ya les han firmado el cupo y la ordinalidad, una traición a sus ideas de redistribución de la riqueza y al resto del país. Nada nuevo en realidad. El nacionalismo catalán está dispuesto a que desaparezcan todas las centrales nucleares españolas con una única condición: que no desaparezcan las centrales nucleares de Cataluña. Otro cupo. Soberanía energética competitiva a la carta para ellos. También ahí tienen el plácet del PSOE. ¿Pero a quién puede extrañarle? Son esos mismos nacionalistas que acudieron a Perpiñán a pedir a ETA que excluyeran a los catalanes de sus asesinatos. Otro cupo. Allí venden el Seprona a Esquerra pero después la UME llega en horas para la peste porcina, cuando en la tragedia de la dana era «si necesitan ayuda, que la pidan». La lógica del nacionalismo catalán nunca ha sido muy distinta, pero probablemente nunca imaginaron que alguna vez habría en España un dirigente como Sánchez capaz de pasar así por ese aro.