LUIS VENTOSO-EL DEBATE
  • Todas las democracias cuentan con servicios de inteligencia que vigilan a sus enemigos, lo que no tienen es un presidente tuneando la Constitución a traición
El sistema es pueril. Pero funciona, porque lo hacen muy bien y porque cuentan con la enorme ventaja de las televisiones que bogan a su favor. Cuando Sánchez sufre un apuro, avivan de inmediato una polémica artificial que tape las miserias del PSOE. El primer gran ejemplo llegó en agosto de 2020. El mes anterior, Sánchez se había columpiado al anunciar solemnemente el final de la pandemia, cuando de inmediato repuntó por todo lo alto. Resultaba urgente encontrar una cortina de humo que camuflase semejante patinazo. La encontraron en el Rey Juan Carlos, convertido por la presión del Ejecutivo en el trofeo de caza de todos los informativos. La campaña de acoso culminó con Sánchez expulsándolo a un insólito destierro.
Esa estrategia de comunicación se repite constantemente. En las últimas semanas, el Gobierno ha levantado tres cortinas de humo para distraer al público de los serios problemas que le está causando el encamarse con los separatistas: 1.- La escandalera a costa del muñeco de Sánchez en Ferraz, que han llevado incluso a los tribunales; 2.- La manipulación electoralista con los pélets gallegos. 3.- El espionaje del espionaje español a los buenos de los golpistas catalanes.
Las televisiones del régimen, que son casi todas, se estremecen ante el hecho de que los servicios de inteligencia españoles vigilasen a los separatistas catalanes (soslayando, por cierto, que el espionaje a Aragonés con Pegasus por parte del CNI data de 2019 y 2020, es decir, en pleno Gobierno de Sánchez).
Escándalo. ¡Los servicios de espionaje espían! Estamos construyendo un país tontolaba, donde la máquina de propaganda de la izquierda se ha especializado en el tremendismo. Todos los países del mundo de mínima importancia –todos– cuentan con servicios de inteligencia. ¿Y cuál es una de sus primeras misiones, por no decir la primera? Pues proteger la integridad de la nación, obteniendo para ello la mejor información posible sobre sus enemigos. ¿Alguien se cree que los servicios de inteligencia franceses no espían a los separatistas corsos? ¿Alguien se cree que el MI5 no está al cabo de la calle de lo que hacen el Sinn Féin o el SNP escocés? Tendríamos un país de tebeo si los servicios de inteligencia españoles no hubiesen investigado a aquellos que en 2017 dieron un golpe sedicioso contra la unidad de España (y que han seguido amenazando desde entonces con que volverán a hacerlo si así les place).
Mientras se nos distrae con señuelos burdos continúa implacable el proceso de reescritura de la Constitución por la puerta trasera que han puesto en marcha Sánchez y su fámulo en el TC, Conde-Pumpido. Este martes se ha dado un paso muy grave: el Tribunal Constitucional le ha enmendado la plana al Supremo y ha tumbado su sentencia que condenaba al diputado podemita Alberto Rodríguez por patear a policías. Además, hoy mismo el TC le lavará la cara a Otegui, dejándolo limpio como una patena (lo cual es parte, evidentemente, del pago secreto de Sánchez a Bildu a cambio de contar con su manso apoyo).
El Constitucional está excediéndose en sus funciones de una manera bananera. Sánchez y Pumpido lo han convertido en un tribunal de casación que enmienda al Supremo, desvirtuándolo así de la función para la que fue creado. Se están dinamitando ante nuestros ojos los cimientos de nuestro sistema jurídico. Imagínense las vías que se abren con esta novedad del sanchismo-chavismo: Pumpido, el leal empleado del PSOE en el TC, se dedicará a corregir las condenas judiciales que no gusten al partido al que se debe o a sus aliados. Una situación totalmente anómala, que ha dejado perplejos e indignados a los jueces más rigurosos y preparados de este país.
Mientras los tontos útiles de la izquierda mediática –y de alguna seudoderecha– entran como corderillos a los señuelos del Gobierno y se hacen cruces porque se ha espiado a los separatistas, Pumpido abre la puerta de la arbitrariedad de par en par y se lanza a corregir las sentencias del Supremo por motivos puramente partidistas.
Lo volvemos a repetir: nos están robando la democracia a cámara lenta y buena parte de la población no quiere enterarse. Por desgracia, esta afirmación tan obvia la encontrarán en muy pocos medios de comunicación españoles, porque en este país ya empieza a faltar libertad y sobrar miedo.