Quienes anunciaron la muerte del plan Ibarretxe tras las elecciones pronto comprobarán que ese proyecto de separación de España renace con más fuerza. Ya no se llamará así, pero será lo mismo con más radicalismo y más escaños, exactamente 42. La elección de Ibarretxe ha hecho caer a los ilusos al duro suelo de la evidencia.
El resultado de las elecciones vascas de abril fue interpretado por el Gobierno como un paso para la normalización de Euskadi. No había razones que avalaran ese juicio, sino sólo voluntarismo, un deseo pintoresco de que los propios sueños pesaran más que la realidad. El PNV había perdido cuatro escaños, los partidos constitucionalistas habían ganado uno, pero ETA había logrado colocar un nuevo partido en el Parlamento, con el presidente del Gobierno y el fiscal del Estado mirando para otro lado. Zapatero confiaba en que su amabilidad con el lehendakari le conducirían a una actitud de colaboración con el Estado y de abandono de sus aspiraciones secesionistas. La elección de Ibarretxe el jueves pasado ha hecho caer a los ilusos al duro suelo de la evidencia. Zapatero se siente traicionado y está triste. No es para menos.
La realidad es que el nacionalismo vasco se ha radicalizado pues Ibarretxe es hoy rehén más que nunca de la banda etarra. Si el Partido Comunista de las Tierras Vascas (clón de Batasuna, o sea, de ETA, según la doctrina del Tribunal Supremo) hubiera sido ilegalizado de acuerdo a la ley en su momento (había más razones de las que llevaron a la ilegalización de su antecesor, Aukera Gustiak), el PNV habría obtenido mejor resultado electoral pero no habrían llegado al Parlamento nueve diputados que defienden la estrategia ETA y que maniatan al lehendakari desde el momento en que ha necesitado su apoyo para lograr la investidura. En el Parlamento vasco, el PCTV se ha convertido en un grupo imprescindible para Ibarretxe y, con esa fuerza, condicionará ineludiblemente su política. Tiene más peso que el que alcanzó Batasuna en la anterior legislatura. Esto es a lo que ha conducido la política de la sonrisa.
Quienes anunciaron la muerte del plan Ibarretxe tras las elecciones pronto comprobarán que ese proyecto nacionalista de separación de España renace con más fuerza. Ya no se llamará así probablemente, pero será lo mismo con más radicalismo, más fundamentalismo y más escaños, exactamente 42 (PNV, EA, IU, Aralar y PCTV) frente a 33 (PSOE y PP). El PNV vuelve a intentar el trámite secesionista que, al margen de la ley, sin competencias que le correspondan, pretende romper el Estado para separar a Euskadi del resto de España, en contra de lo que Zapatero vendía como el resultado de una política nueva y milagrosa. El diálogo, ese bálsamo que según ZP todo lo cura, será aprovechado -está siendo ya aprovechado- por Ibarretxe para la ruptura. Esta vez La Moncloa, creyendo parir un ratón, ha despertado y excitado al monstruo.
Justino Sinova, EL MUNDO, 27/6/2005