Raúl del Pozo-El Mundo
La democracia es una ironía griega pero en España parece más bien una idea persa, dura, crispada, anti irónica. Los políticos prescinden del sentido del humor, de la ironía. Lo que hoy llamamos ironía no tiene nada que ver con aquel método dialéctico empleado por Sócrates en el arte de la persuasión. Se llama así al uso del lenguaje fino, a veces diciendo lo contario de lo que se cuenta. En Cataluña se está viviendo la política de la intensidad, de la coacción, del fanatismo. Algunos matrimonios no se hablan; en la cena de Navidad se evitará sacar el problema. Claro que hay políticos que rompen la crispación con sentido del humor.
Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, confesó el otro día a Jorge Javier Vázquez que tuvo una novia italiana a los 21 años. «Fue una relación muy importante». Miquel Iceta, candidato del PSC, comentó recientemente en el programa de Bertín Osborne: «Bajito, gordito, calvito y gay. No me veía como candidato». Dos políticos de la izquierda catalana han salido del armario, han salido en pelotas y han roto el sermoneo santurrón y chovinista de otros candidatos.
Ada Colau no sólo va a motor y a vela en su condición sexual –y lo explica con valentía y claridad– sino también en su condición política. No sabemos a qué señor ayuda. Miquel Iceta es partidario de quemar todos los armarios, aunque tampoco sabemos con quién pactará. Pero ya ha demostrado que es una persona amable que intenta romper el mal rollo de fractura social. Emplea la ironía, no como burla fina, sino como método dialéctico a la manera de Sócrates, que también entendía y también era feo. El escritor y poeta Antoni Puigverd analizó así a este político irónico y bailón: «Parece frívolo y tacticista pero es estoico». Sus asesores le han aconsejado que pase del bailongo, pero él sigue el ritmo de Pedro Sánchez y de Thais Villas en El intermedio. Sería capaz de bailar con Lucifer. Esta actitud les parece frívola a los que montan linchamientos, como el nuevo escrache que ha sufrido Andrea Levy en un acto electoral.
Iceta ha pensado que contra el fanatismo la mejor arma es la ironía. Según Felipe González es el Messi de la política catalana y quizás por eso sufre persecución de sus adversarios. Esta mañana se estaban recogiendo firmas para exigir que el rector de la Universidad de Barcelona destituyera a un estúpido profesor por sus insultos homófobos a Iceta. En un tuit decía: «Iceta es un impostor. Un ignorante y un demagogo que vive del partido desde hace 30 años. Tiene los esfínteres dilatados y baila al son de Cs y el PP. Es un ser repugnante». Esto es una muestra de odio en rama. Horas después el profesor presentó su dimisión.