Ignacio Camacho-ABC
- La crisis eléctrica ha pillado al Gobierno enfrascado en las matemáticas de género y la prohibición del bombero torero
El primer problema del recibo de la luz es el recibo propiamente dicho, es decir, su precio encaramado cada día a un nuevo récord. El segundo es un Gobierno dando palos de ciego para bajarlo sin saber cómo hacerlo, entre otras cosas porque la crisis le ha pillado intentando prohibir el espectáculo del bombero torero, legislando sobre la memoria de la guerra civil o programando estudios de trigonometría con perspectiva de género, asuntos mucho más perentorios y sobre todo más emocionantes que el farragoso ‘mix’ energético. Tras culpar al PP, a la oposición que no «arrima el hombro» y hasta a la siempre socorrida Unión Europea, en las últimas 48 horas varias ministras se han desparramado por los medios para anunciar una secuencia de estrambóticas e impremeditadas propuestas -la última, la de nacionalizar las centrales hidroeléctricas- que demuestran la ausencia de cualquier previsión del problema. Vaya, que no tienen ni idea y se han puesto a improvisar lo primero que se les viene a la cabeza en la vaga esperanza de dar con la tecla. Tal vez puedan rescatar alguna ocurrencia de la Agenda 2030.
El argumento más sensato que se ha escuchado en ese discurso exculpatorio es que éste no es un trastorno que se pueda arreglar de un día para otro. Cierto. Por eso lo tenían que haber pensado cuando prometían resolverlo de un plumazo, y en todo caso en el momento mismo en que llegaron al poder hace tres años. Entonces un alza transitoria del diez por ciento les parecía un escándalo; ahora vamos por un 52 en sólo una semana, y a doce meses más vale no atreverse al cálculo. La cuestión clave es que no se trata de un sobresalto espontáneo ni fruto de un recalentamiento puntual de la demanda de aire acondicionado sino de un proceso gradual fácilmente observable en la evolución del sistema tarifario. Pero la coalición de progreso estaba concentrada en otras materias apremiantes, tales como la autodeterminación sexual, los trapicheos judiciales, la eutanasia o el indulto a los sediciosos catalanes. Pandemia aparte; eso no ha sido nunca un obstáculo para Sánchez a la hora de establecer sus verdaderas prioridades.
Tampoco se ha visto a los esclarecidos dirigentes de Podemos muy preocupados en este tiempo por frenar la escalada del consumo eléctrico. El Twitter del ministro Garzón, su principal y casi única señal de vida en el ministerio, guarda al respecto un significativo silencio entre recomendaciones alimentarias que desesperan a los ganaderos. Al final han amenazado con manifestarse para exigir medidas urgentes al Ejecutivo, luminosa fórmula de protestar contra sí mismos. En todo caso la luz bajará… cuando baje porque ni de unos ni de otros cabe esperar remedio fiable. Unas veces por sectarios y otras por ineficaces. Y como a menudo son las dos cosas no se sabe si resultan más nocivos cuando toman decisiones que cuando no lo hacen.