Carlos Alvite, LA RAZÓN, 14/4/12
Según quien se atribuya el diagnóstico, puede tenerse la impresión de que la lengua gallega ha recuperado posiciones desde el franquismo o ha entrado en franca e irreversible regresión. En el momento de fraguar la democracia se pensó que el resurgimiento de la lengua autóctona sería imparable y parece que así fue gracias a que muchas personas se sintieron liberadas del viejo complejo de la supuesta inferioridad lingüística del gallego reprimido respecto del castellano hegemónico. Algunos consideran sin embargo que al esfumarse la euforia reivindicativa, la lengua gallega ha sido víctima de una regresión que tendrá mucho que ver con la inutilidad instrumental de un idioma sin proyección internacional, sin posibilidades comerciales, es decir, un idioma que no mueve dinero. En ese sentido, la lengua gallega ha sido víctima de la libertad en la que confiaba apoyarse para un auge que no se ha producido. De hecho, la Prensa local y regional hace un uso conmemorativo de la lengua vernácula al celebrarse cada 17 de mayo el Día das Letras Galegas, un puntual momento de euforia que en realidad sólo sirve para recordar la precariedad social de una lengua amenazada que a duras penas compite con el castellano en las aulas académicas y en las librerías, manteniéndose vitalista en sus territorios de siempre, es decir, en la taberna y en el burdel, justo los espacios sociales en los que nunca pudo ser combatida con éxito por el franquismo. Fuera de esos reductos populares, la lengua gallega ha encontrado un refugio vibrante y combativo en las ideologías de corte nacionalista, a cuyo amparo el gallego se ha convertido en un idioma rencoroso y agresivo que sus protectores políticos no emplean como argumento cultural, sino como amenaza balística.
Carlos Alvite, LA RAZÓN, 14/4/12