TEODORO LEÓN GROSS – EL MUNDO – 22/10/16
· En vísperas de participar en el SIE de Huesca en una sesión sobre credibilidad en el periodismo, un buen diálogo con Ramón Besa y David Espinar sobre los usos informativos en las fronteras de la política y el fútbol, alguien me envió un whatsapp:
–Tú en Las Torres, y Pablo Iglesias en el Teatro del Barrio pidiendo periodistas militantes.
Lo de Las Torres merecería otro artículo. En Huesca, localidad de 50.000 habitantes, hay tres restaurantes con estrella Michelin, y sin los delirios del star system. También Bistro Tatau, casi una barra de bar, y Lillas Pastias, paraíso de la trufa, en el edificio modernista del viejo Casino, fachada de un territorio propicio para elarte de cocyna, por el amor a la tradición. Huesca es otra de esas ciudades desconocidas en la calma provincial de la periferia. Pero esto queda para otro artículo.
Lo de Iglesias contra la prensa era previsible. El número uno de Podemos, tras elevar un poco más la peana de su liderazgo, trata de generar tensión bajo la lógica de la democracia postfactual: la realidad no importa; todo está sometido al discurso estratégico del partido. Así que, obviamente, tampoco interesa el periodismo, puesto que, con sus debilidades, de momento resiste como correa de transmisión con la realidad. De ahí el Elogio del Panfleto entonado por Iglesias. Del mismo modo que Trump miente impúdicamente sobre el desempleo o el sistema electoral para construir su mensaje emocional, a Iglesias le interesa el agit-prop parea agitar a su clientela. Los periodistas, los fact-checkers, son incómodos.
Así va esto. Podemos defiende las protestas de la Universidad pero sin que se les pueda acusar de defender las protestas de la Universidad. Se escandalizan de que estos hechos sean calificados de violentos aunque sean violentos. Esa es la lógica postfactual: montar el discurso ajenos a la responsabilidad de la verdad. Se financian en Venezuela, pero no se les puede mencionar Venezuela. No importan los CIE, sino el relato que construyen con los CIE. ¿O dónde están las iniciativas parlamentarias de Podemos? Lo suyo son las performances.
Politizar el dolor es la estrategia enunciada por él mismo sin despeinarse. Inspirar miedo. En definitiva, las emociones mandan en la democracia postfactual. Y en el discurso populista del sistema secuestrado por las élites, tienen sentido los ataques a la prensa como extensión del poder al servicio del establishment. Eso encaja en la crisis de la mediación, uno de los factores destacados por el politólogo Arias Maldonado en su brillante ensayo Para comprender el populismo. Podemos antepone las redes horizontales de opinión contra las estructuras de conocimiento. Fuera expertos y analistas, viva Twitter. Una vez que la realidad se convierte en material perturbador, hay que evitarla. El populismo es territorio de consignas sentimentales huyendo de la complejidad. De ahí su elogio del planfleto en el Teatro del Barrio reclamando periodistas militantes al servicio de la causa, propagandistas.
Lejos de asumir la centralidad del periodismo en la cultura democrática, por supuesto con sentido crítico, es más útil la demonización de la prensa integrándola en la desconfianza hacia las élites. Para las almas ávidas de conspiraciones siempre será tentador creer que en la sombra maquinan los poderes del Estado con los Amos de las Rotativas junto el Ibex y lo que haga falta, también la Triple A, la Corona, el sancta sanctorum de la Gran Banca, el Club Bilderberg, el Real Madrid y Doña Manolita. Así ya han llegado a sumar cinco millones de votos, y por qué no más.
TEODORO LEÓN GROSS – EL MUNDO – 22/10/16