EL MUNDO – 12/02/17
· Se limita a defender a su equipo en Podemos. No hubo combate ni golpes ni sangre, pero tampoco hubo besos ni cariño.
· Corrección. La frialdad y la división entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón quedaron patentes durante la primera jornada de la II Asamblea de Podemos, donde la noticia estuvo en las intervenciones, pero también en la grada.
· Los 8.000 simpatizantes que acudieron al Palacio de Vistalegre dieron una lección a sus dirigentes pidiendo a gritos «¡unidad!», aunque su apelación fue despreciada por Iglesias.
La grada imploró «unidad» una y otra vez. Al empezar, al acabar, durante la intervención de uno o del otro. El término «unidad», más que un grito de guerra, fue la banda sonora de la primera jornada en Vistalegre II, y probablemente lo será hoy con más énfasis cuando se anuncien unos resultados que se esperan con dramatismo y angustia entre pablistas y errejonistas.
Pese a los ruegos de las bases, Iglesias desaprovechó la oportunidad que tenía de mostrarse integrador o de erigirse en un secretario general de un Podemos plural. El que se vertebra con dos grandes familias y en una tercera algo más pequeña. Pero sobre todo en miles de simpatizantes que piden a las tres ir de la mano. Sin buscar «enemigos internos», como señaló Miguel Urbán, de la corriente Anticapitalistas, que se llevó por ello la que probablemente fue la ovación más importante de toda la jornada.
Pero lo dicho: Iglesias desoyó ese mandato de las gradas cuando le tocó dar su discurso más importante, el de candidato a secretario general, donde debía exponer su proyecto para Podemos y para España. Al menos esa fue la argumentación que el líder de Podemos dio en su día cuando anunció que el congreso de Vistalegre II se hacía en la misma fecha del PP: para que los españoles pudieran comparar los dos proyectos de país.
Pues bien, en lugar de abordar un discurso de profundidad o, al menos, para apaciguar el temor a una fractura entre pablistas y errejonistas, Iglesias aprovechó ese tiempo para hacer promoción de la candidatura de su equipo al comité de dirección –el Consejo Ciudadano– e impulsar a sus colaboradores cuando aún faltaban unas horas para que se cerrara la votación.
Utilizando como hilo conductor la frase «os tengo que hablar de mi candidatura a la Secretaría General y por eso os tengo que hablar de…», Iglesias fue presentando uno a uno al grueso de su equipo, alabando sus características. Así, citó a Irene Montero, Vicenç Navarro, Pablo Echenique, Rafael Mayoral o Diego Cañamero, todos de su candidatura. El resultado fue una versión más sutil pero igual de efectiva que aquella frase de «sin mi equipo no soy nada» con la que inauguró su campaña.
Sólo al final, y para terminar su intervención, Iglesias citó de manera sobria a los líderes de las otras dos corrientes de Podemos. «Os tengo que hablar de mi candidatura a la Secretaría General y por eso os tengo que hablar también de Íñigo Errejón y Miguel Urbán». No dijo nada más de ellos, ningún elogio ni comentario, como hizo con los de su equipo. Tampoco sobre los partidarios de ambas corrientes ni de los candidatos de sus listas. Tan sólo un escueto «cuento con vosotros compañeros». Y para acabar invocó la palabra del día: «A partir del día 13, unidad». No dijo cómo ni en qué términos se concretará.
Esta intervención de Iglesias provocó un hondo malestar entre los afines a Errejón, que entendieron que se había presentado como el secretario general de «sólo una parte del partido», no de todas las que lo forman. Esperaban un discurso muy distinto. Y es que, desde que se desataron las hostilidades en el seno de Podemos, los errejonistas han advertido a Iglesias de que «la unidad no significa la uniformidad», sino «integrar» y «reconocer» la «pluralidad» de Podemos. Tanto en los órganos de dirección como en las dinámicas internas. Por eso ayer creían que la exposición hecha por Iglesias había dado una señal contraria a ese mensaje y había supuesto una apelación vacía en contenido.
La verdad es que Vistalegre II no pasará a la historia por sus discursos. A diferencia del primer congreso, ayer no hubo catarata de titulares. Ni la emoción, ni la épica ni ninguna frase para «dar pistas a los historiadores», como dijo Iglesias de su célebre «asalto a los cielos». Pudieron la contención y las ganas de apagar el fuego de la campaña, ante un público entregado que no iba a tolerar ataques ni reproches. Su máxima era la «unidad» y quien dijera lo contrario perdía.
No obstante, la puesta en escena no destiló esa pretendida unidad. Cuando los pablistas y los errejonistas secundaron desde el atril los cánticos de la grada lo hicieron mostrando también sus símbolos. El puño –o ahora en campaña la mano abierta– para los de Iglesias y la uve con dos dedos, en señal de victoria, para los de Errejón. Ninguno quiere renunciar a sus símbolos. Por eso el reto a partir de esta noche será la integración de esa pluralidad.
Por lo demás, el duelo de documentos fue más relajado de lo que venía siendo la campaña. Iglesias y Errejón defendieron sus respectivos rumbos políticos, pero sin reproches ni excesos contra sus rivales. Los disparos fueron hacia afuera y no hacia adentro. No obstante, demostraron que cada uno tiene conceptos muy distintos, aunque ambos suavizaron los términos con los que suelen explicarlos.
Este fue el único momento en el que habló Errejón, que sorprendió con un discurso más propio de un secretario general. No hizo de su tiempo una defensa de su documento, sino que planteó algunas líneas maestras de lo que debe ser el proyecto de Podemos para el país. Así, hizo lo que supuestamente iba a ser en inicio este congreso y confrontó contra el PP, PSOE y Ciudadanos. Fue muy duro contra los de Rajoy, pero también advirtió de que Podemos no puede ser sólo una fuerza de protesta. «No hemos venido a cantar las cuarenta a los poderosos, sino a enseñarles el camino de salida», proclamó, en alusión a que Podemos tiene que ser capaz de transmitir a partir de su trabajo institucional que, además de señalar los problemas, también es capaz de dar respuesta a los «anhelos» de la gente. Contenido, para no crear polémicas, recordó que Podemos debe aspirar a «ensanchar» su electorado y a no hablar sólo para los que comparten «etiquetas».
Sin frases brillantes ni momentos emotivos, el día dejó un abrazo ante las cámaras de Iglesias y Errejón. Pero con la duda de si habrá unidad o no a partir de hoy.
EL MUNDO – 12/02/17