Antonio Casado-El Confidencial

  • El exvicepresidente dice que «el 90% de lo que el PSOE dice en campaña es mentira» y nadie ha salido a desmentirle 

Está por desarrollar un estudio sobre el uso de la mentira en la vida política. Un apremio actualizado por el exvicepresidente del Gobierno Iglesias Turrión, que anda de bolos para hablar de su libro (‘ Verdades a la cara ‘). 

Hace unos días dijo en San Fernando (Cádiz) que “el 90% de lo que el PSOE dice en campaña es mentira” y nadie ha salido a desmentirle. A izquierda y derecha, silencio. ¿Silencio cómplice? Como si nadie lo hubiera oído. Ni siquiera los ministros de UP coaligados con el PSOE. Ni su candidata andaluza, Inmaculada Nieto (Por Andalucía), que mitinea en defensa de las medidas sociales de Sánchez-Yolanda Díaz.

Iglesias es reincidente. Ya en la campaña para las elecciones en Castilla y León, a finales de enero, cinceló en el sentir de los electores lo que estos siempre se maliciaron: “Ahora que ya no soy político, puedo decir la verdad”. Regalito envenenado a sus compañeros, todavía comprometidos con la coalición liderada por Sánchez desde Moncloa. 

Al exvicepresidente le preguntaron si decir eso en público no es desleal. “Lo desleal es mentir”, respondió. Y ya lanzado a su cruzada contra los mentirosos, nos hace saber que las ministras Belarra y Montero quedan pendientes de rescate para la causa de la verdad secuestrada por su condición de políticas en activo, “impedidas de decir la verdad por causa de su situación objetiva”, como escribe mi filósofo de cabecera, Manuel Cruz.

Las ministras Belarra y Montero estarían pendientes de rescate para la causa de la verdad por su condición de políticas en activo 

Quizás estemos ante el fruto lógico de quien un día hizo campaña por la naturalización del insulto. O que solo sea producto de la afectada altanería del personaje. Me recuerda al primer Manuel Azaña: “No temáis que os llamen sectarios. Yo lo soy. Tengo la soberbia de ser, a mi modo, ardientemente sectario”, “la República para los republicanos”, “no tenemos la pretensión de ser agradables con todo el mundo”, “o acabamos con ellos o ellos acaban con nosotros”, y así sucesivamente. 

Pero si volvemos a la mentira en la vida política, nos saldrá al paso el recuerdo de los aplausos dedicados a Iglesias en el último Consejo de Ministros al que asistió en marzo de 2021. Mentira piadosa en este caso.

Piensen ustedes, y acertarán, en una despedida no inspirada en el homenaje al ministro cesante, sino en la alegría por la marcha de un compañero incómodo que se va. También nos explicaría eso la falta de reacción ante algo tan grave como llamar mentirosos a los políticos socialistas con efecto retroactivo. El refranero lo aclara: “No hay mayor desprecio que no hacer aprecio”.

Me recuerda al primer Azaña: «No temáis que os llamen sectarios. Yo lo soy. Tengo la soberbia de ser, a mi modo, ardientemente sectario» 

Mejor así. Si no, más vale apresurarse a averiguar si los secretos robados al teléfono afectaron al volantazo en la cuestión de Sáhara, si la inexplicada destitución de Paz Esteban como directora del CNI solo fue el pago en B de una deuda con el secesionismo catalán o si, a pesar de las apariencias, Iglesias no estará ya preparando el reingreso en la ‘casta’.

Iglesias, a lo suyo. Como lo de Yolanda Díaz no le da el peso (“tal vez me haya equivocado”), no me sorprendería el retorno a la primera línea del fundador de Podemos, que es un notable caso de esquizofrenia política, de sistema por la mañana y antisistema por la tarde, como un dios Jano de mercadillo con vocación de ser Bolívar y Bismarck al mismo tiempo.