Si algo tiene claro a día de hoy Pablo Iglesias es que el PSOE no va a ser un futuro aliado en el Congreso. «Por muy rojos que se pongan», advirtió ayer el líder de Podemos, su partido no considera que vayan a pactar con los socialistas medidas de calado que contravengan al PP porque la investidura de Mariano Rajoy alumbrará a partir del debate de hoy una «triple alianza» de largo recorrido. La formada por el PP, PSOE y Ciudadanos. Así pues, Podemos ningunea al PSOE no sólo como una oposición legítima al PP, sino también como posible socio para poner en apuros a Rajoy.
Los puentes en la izquierda para presionar al PP con una mayoría alternativa están ahora mismo hechos añicos. Y eso quedará refrendado mañana cuando, durante su intervención en el debate de investidura, Iglesias arremeta con más virulencia contra la bancada y los dirigentes socialistas que contra el PP. El debate de investidura puede convertirse en realidad en el debate de la izquierda, con un PSOE y un Podemos reivindicándose a sí mismos como los líderes de la oposición, bajo todo tipo de acusaciones y con un tono de lo más crispado.
Ahí Iglesias promete dar la batalla y elevar la voz, pues lleva grabado a fuego una idea: no contribuir a «blanquear» a un partido que «entrega» el Gobierno al PP cuando, pasados los días, dé un nuevo viraje para presentarse a los militantes y votantes como los «más rojos» del Parlamento.
Tras ser recibido por el Rey en la ronda de contactos para la investidura, Iglesias auguró ante Don Felipe una legislatura «larga», incluso de cuatro años. No sólo porque al presidente del PP «no le gustan los periodos de tiempos cortos en general», sino porque además está seguro de que al PP «no le van a faltar apoyos» para sacar adelante las votaciones trascendentales. Como pueden ser los Presupuestos.
Así, el líder de Podemos plantea un escenario en el que el PSOE dé «garrotazos por el día» al PP y cierre «acuerdos estratégicos por la noche» con él. Por tanto, se muestra resignado a que su partido pueda torcer el brazo a Rajoy en asuntos clave como el sistema electoral, la reforma de la Constitución o los Presupuestos Generales del Estado. «A nosotros nos tocará ser oposición», recalcó, porque «nos han empujado ahí». De esta manera, incide en la idea de que el PSOE y Ciudadanos «no pueden decir a nadie con visos de credibilidad que vayan a ser oposición». Un papel de contrapoder que liderará, según él, Unidos Podemos en solitario.
Para Podemos los acuerdos con el PSOE se reducirán a cuestiones puntuales y menores. Al menos mientras continúen los miembros de la Gestora al frente del partido. Eso significa que se puede asistir a una legislatura en la que, aunque la oposición al PP tenga una mayoría parlamentaria, la desconfianza y los recelos entre los grupos se impongan a todo lo demás e impidan impulsar acciones conjuntas. Incluso apoyar las de los otros partidos.
La duda está en si los puentes rotos entre PSOE y Podemos son sólo una cuestión temporal, mientras dure la Gestora, o si continuará con el nuevo secretario general. Iglesias no se mojó ayer, pero es notorio que su pesimismo está fundamentado, entre otras cosas, en que con Susana Díaz al frente no irá nada mejor.
En este panorama, Iglesias no se resiste a volver a la calle y utilizar la agitación social contra el PP… y el PSOE, para llevarlo a su terreno. No obstante, el líder de Podemos no empezará su faceta más activista esta semana. Iglesias aseguró ayer que no participará de la manifestación que llama a rodear el Congreso el día de la segunda votación para protestar por la «ilegítima» –según los convocantes– investidura de Rajoy. Entiende que su «papel» es estar «trabajando dentro», aunque apoye firmemente la marcha.
Su intención, «en todo caso», será pasarse a «saludar» luego, pero no secundará el llamamiento que hizo Garzón para que los diputados de Unidos Podemos se lancen a la calle. Eso deja al líder de IU en una situación comprometida. Ha sido el único en querer ir. Sus socios no están tan dispuestos aunque sí dejan la puerta abierta a aparecer en la marcha.