José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- El expresidente de la Generalitat y el exvicepresidente del Gobierno quedan fuera de juego y para evitarlo buscan una bicefalia que eluda su fracaso envuelto en formulaciones épicas
Este no es un martes cualquiera. El vicepresidente segundo del primer Gobierno de coalición en España, además de dejar el escaño, abandona hoy el Consejo de Ministros. No solo. Además, ha señalado a la persona que lo sustituirá en la vicepresidencia y en la cabeza de la lista a las generales de su partido —al que no pertenece—: Yolanda Díaz, militante del PCE y ministra de Trabajo. Se trata de un triple salto mortal de Pablo Iglesias que se ha querido revestir de cierta épica (“audaz”, “generoso”) e, incluso de algún misterio (“tendrá alguna explicación que no se ha hecho explícita”).
Sin embargo, la interpretación del quiebro biográfico del secretario general de Podemos podría responder a un puro y simple fracaso tanto en el cálculo de sus posibilidades políticas —ganar cuotas de poder desde dentro del Gobierno— como en el de las personales —incapacidad para gestionar las escuálidas competencias que Sánchez le asignó—. En último término: inconsistencia del personaje.
Puigdemont fuerza la situación hasta límites insospechados del mismo modo que intenta reinventarse Iglesias con su abrupta despedida del Congreso y del Gobierno. Ambos son políticos perdedores y destructivos, pero que disponen de la rara habilidad de saber empaquetar en palabras épicas y en actitudes supuestamente audaces decisiones, además de fallidas, erróneas.