La bronca y la polémica han llegado al Congreso para quedarse. Y ambas, de una manera u otra, empiezan o acaban en el mismo sitio: Podemos. Sea por una provocación de Pablo Iglesias o por el ataque de uno de sus rivales contra el líder de la formación morada, los incidentes en los que están involucrados se están convirtiendo en una situación habitual en los plenos. «¡Vaya legislatura la que nos espera!», comentaba ayer enfadado un destacado miembro del partido en el último calentón tras abandonar el Hemiciclo por el incidente que enfrentó a Iglesias y a la presidenta del Congreso, Ana Pastor.
Fue el remate agrio a una sesión de investidura de Rajoy marcada por la actitud desafiante de Iglesias con el PP y el resto de la Cámara, y una frase que promete convertirse en una pesada losa con la que cargar, como aquella al PSOE sobre Felipe González y la «cal viva». Sea como fuere, al final a Iglesias le acaba sucediendo lo mismo y dice algún comentario agresivo que termina dinamitando discursos con carga y solvencia política.
Así sucedió ayer. En su defensa de las movilizaciones sociales y de su pretensión de atrincherarse en las manifestaciones para hacer oposición al PP, el líder de Podemos incendió el debate cuando soltó: «Hay más delincuentes potenciales en esta Cámara que allí fuera». Su afirmación –especialmente sentida en la bancada del PP– desató la agitación y una tormenta de insultos: «payaso», «terrorista», «gilipollas»… Fue tal la bronca que se armó, que la presidenta del Congreso tuvo que intervenir con firmeza para apaciguar la situación. Sin embargo, todavía quedaba una bravata final en respuesta a la advertencia de Pastor para que cumpliera el Reglamento «en lo que tiene que ver con el honor de la Cámara». «Me debo al honor de mi patria y de los ciudadanos, no al honor de esta Cámara», desafió Iglesias a continuación.
Las palabras del líder de Podemos sacudieron un debate previsible, por lo que todos los focos apuntaron hacia él. Tanto en público como en privado, todos los miembros del partido intentaron justificar a Iglesias. Cerraron filas en torno a su secretario general. Unos minimizando lo dicho como una «anécdota» y otros dando carta de naturaleza a su acusación: «Veremos al final de la legislatura cuántos de ellos acaban imputados».
Al contrario de lo que sucedió con la «cal viva», en esta ocasión ni siquiera generó malestar interno entre los afines a Íñigo Errejón, más sensibles con las formas y los estilos. Incluso personas destacadas de esta corriente aplaudieron sus palabras. «Estamos contentos, lo borda. El honor que está en juego es el de todos los ciudadanos, no el del Parlamento», señalaron a este diario. Además, justificaron que se ha votado a Podemos para decir este tipo de cosas y retratar al PP.
El mismo Iglesias se reafirmó a su salida. «Deberían recordar que donde hemos visto delitos estos últimos años ha sido en las instituciones»; «si a algunos les duele que les digan la verdad, qué quieren que les diga», se justificó.
Según se relató desde Podemos, Iglesias no llevaba «preparada» la frase, pues no había redactado su intervención y sólo tenía unas notas. Eso sí, Iglesias acudía con la presión y la necesidad de exhibirse y mostrar que quiere ser el «líder de la oposición». Por eso, y para conquistar terreno a un PSOE que ayer no podía ser duro con Rajoy, sacó su verbo más afilado. Atizar al PP y ganar el debate de la izquierda señalando la «traición» del PSOE: «El problema es que están más cerca del PP que de nosotros», «el tiempo pondrá a cada uno en su lugar».
Sus críticas y su grave acusación a los diputados del PP se producen en un momento en el que Iglesias está dando un viraje aún más la izquierda, que plasma en su lenguaje. Convencido de que deben «volver» a decir las cosas «sin complejos», de manera más directa. Lo que una vez Juan Carlos Monedero llamó el «león». «A Pablo le sale lo que es y eso es bueno», se mostraba satisfecho una de las figuras referentes de Podemos, muy a favor del tono provocador. Ahí el errejonismo pisa el freno. Una cosa es hoy y otra abonarse a la polémica. De hecho, vienen lamentando el «recuerdo» que se tiene de Podemos de su paso por el Congreso en la pasada legislatura.
Esto no fue lo único de la jornada. Podemos acabó enfrentado y enfadado con Ana Pastor por no dar la palabra a Iglesias para defenderse de la acusación lanzada por el portavoz del PP, Rafael Hernando, de «financiarse con dictaduras». Los diputados de Podemos primero hicieron ruido golpeando los escaños y luego se marcharon en bloque para protestar, protagonizando una nueva bronca en el Parlamento. Esto llevó a presentar una queja, por ser un hecho «grave». «Ha demostrado que no está al servicio de la Cámara, sino al servicio del PP», dijeron de Pastor. Regresaron a los pocos minutos para votar.