Rubén Amón-El Confidencial
El PNV y Bildu alcanzan 4/5 del Parlamento vasco, mientras la pujanza del BNG confirma el castigo de los votantes a la estrategia nefasta del vicepresidente del Gobierno
Impresiona la pujanza del nacionalismo en Euskadi. La última encuesta del Euskobarómetro concluía que solo el 14% de los vascos deseaba la independencia, pero el escepticismo general hacia la autodeterminación no contradice el éxtasis del soberanismo, en su versión conservadora (PNV) y en su acepción radical (Bildu). Se explica así la euforia que mostraba este domingo el patriarca Arnaldo Otegi. Deplora el exetarra el partido hegemónico del sistema, pero las diferencias ideológicas y conceptuales hacia el régimen de Urkullu no contravienen las vinculaciones identitarias. PNV y Bildu representan el 67% del electorado vasco.
Nunca había llegado tan lejos el nacionalismo en Euskadi ni se había devaluado tanto el constitucionalismo. Un motivo evidente es la estabilidad orgánica y paquidérmica del Partido Nacionalista Vasco, por mucho que la bajísima participación desluzca la victoria. Y otra razón es el proceso de normalización de Bildu. No porque la jauría de Otegi haya condenado el terrorismo ni sus muchachos hayan dejado de aplaudir a los etarras que salen de prisión, sino porque ha experimentado un proceso de blanqueamiento al que han contribuido los acuerdos en Madrid con el PSOE y la escandalosa —y sistemática— complicidad de Pablo Iglesias.
Abogaba Iglesias por un tripartito de izquierdas. Y pretendía convencernos de que el rasgo más característico de Bildu no sería el soberanismo atrabiliario ni la serpiente de la paz, sino las convicciones proletarias y ‘anticapis’. Tanto ha apoyado Iglesias a Otegi, tanto los votantes han preferido la reputación genuina de la marca ‘abertzale’ sobre la impostura y oportunismo de Pablo.
Le ha sucedido en Galicia con efectos aún más traumáticos. La frivolidad con que Iglesias ha especulado con la autodeterminación de los pueblos y la plurinacionalidad le ha proporcionado un escarmiento de elementales consecuencias: el votante prefiere el original a la copia. De hecho, el abrazo caluroso de Otegi a Iglesias ha desnutrido como a un vampiro al segundo. Y ha confirmado su condición de increíble hombre menguante: el partido morado no hace otra cosa que decaer y hundirse en los procesos electorales, sean cuales sean.
Nada que ver con la extraordinaria salud del nacionalismo gallego y vasco, mucho más inquietante este último porque la subida del PNV y Bildu tanto estimula al partido de Gobierno como excita al partido de oposición. El poder y el contrapoder discrepan en cuestiones ideológicas y económicas, pero se identifican en el fervor identitario. Reclaman más autogobierno. Exigen un nuevo estatuto. Abjuran de la actual Constitución. Y disponen de un consenso nacionalista que nunca hubiera soñado Carles Puigdemont, más allá de que el ‘president’ fugado se atribuyera ayer la victoria de las elecciones, enfatizando los excelentes resultados del BNG, PNV y Bildu, como si fueran la gran premonición de su regreso.
Es verdad que la sociedad vasca se reconoce y se define en una idiosincrasia más nacionalista que la catalana, pero es cierto también que la crispación y la agresividad del soberanismo catalán han terminado engendrando una división y un desgaste contraproducentes para ‘la causa’.
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Ha sido más fino y astuto Urkullu eludiendo el camino del maximalismo y aprovechando el rebufo de la estelada. Y ha sido Arnaldo Otegi un chacal disfrazado de ovejita gracias los compadres de Madrid. El nacionalismo abarca 4/5 del Parlamento vasco. ¿Cuánto tiempo tardarán en reclamar un referéndum? ¿Cómo no hacerlo con el 67% de los votos? ¿Qué grado de lealtad se espera a la monarquía constitucional? ¿Cuánto puede prosperar la idea de la cogobernanza?
Entretanto se despejan las incógnitas, los resultados de este domingo deberían forzar por sí mismos la dimisión de Pablo Iglesias. Mayores fueron los sacrificios de Macron en Francia con resultados bastante mejores, pero ya se ha ocupado el profesor Monedero de proporcionar la lectura más audaz y voluntarista: el BNG y Bildu han triunfado porque se han podemizado.