EL MUNDO – 14/01/17
· El líder de Podemos defiende en su programa para Vistalegre que los diputados sean «activistas»El ‘número dos’ prioriza en cambio el «trabajo institucional» e impulsar «acuerdos» en el Congreso.
· Se sabía que Pablo Iglesias e Íñigo Errejón no estaban de acuerdo en el proyecto de futuro de Podemos pero, desde ayer, con las cartas de ambos boca arriba, se ve que uno y otro plantean rumbos no sólo distintos, sino absolutamente enfrentados.
Los borradores de sus documentos políticos para el congreso de febrero revelan dos maneras de ver el presente y, sobre todo, de encarar el futuro. Mientras el líder de Podemos apuesta por priorizar la lucha en las calles y el apego a los conflictos sociales, el número dos del partido urge al «trabajo institucional» y a hacer de él la arena de sus batallas, liderando la oposición contra el PP.
Iglesias y Errejón insisten en que buscan el mismo objetivo: ganar al PP. Pero cada uno propone una fórmula distinta y alerta a su compañero de que la opuesta supondrá «fracasar» en el intento.
Ayer, los dos máximos referentes de Podemos intentaron rebajar ese abismo político que les separa e insistieron en que se puede alcanzar un acuerdo para la cita de Vistalegre II, como se ha venido a llamar el congreso del partido que se celebrará en febrero. Sin embargo, visto lo que propone cada uno, va a ser difícil. Encontrar un término medio obligará a renuncias importantes salvo que se quiera buscar un cierre en falso para evitar el choque. Por lo pronto, ambos subrayan prioridades y caminos distintos que obligan a tener que elegir: si el Parlamento es útil y si se apuesta por él, y de qué manera hay que relacionarse con la calle y los conflictos sociales. Pero hay otros temas que generan tensión: la agenda política, la relación con IU, el tono, las formas, la descentralización del partido, la pluralidad interna…
La cuestión central radica en el Parlamento y parte de la explicación está en que el análisis del que parten sus teorías difiere de si Rajoy tiene un Gobierno «débil» o no. A partir de ahí, Iglesias busca un repliegue desde la calle, mientras que Errejón urge a ir a la «ofensiva» aprovechando la minoría parlamentaria del PP porque Podemos «está perdiendo un tiempo precioso» para actuar.
Iglesias plantea un partido de «activistas» porque el papel de los diputados «no puede limitarse al trabajo en los diferentes parlamentos». Reclama que su «principal función» esté en la calle, escuchando a los movimientos sociales y revitalizando la presión al PP desde la protesta. «La construcción de movimiento popular» e impulsar la movilización social es «la única forma de avanzar» hacia la victoria en 2020, dice.
El líder de Podemos supedita así el trabajo institucional a las demandas de esos conflictos y cree que es ahí donde hay que golpear a lo que llama «triple alianza» (PP, PSOE y Ciudadanos) para agrietar los pilares del sistema político y abrir un «proceso constituyente». Se desdeña el «parlamentarizar los conflictos» porque es la manera que utilizan «las élites» para «desactivarlos».
Llama poderosamente la atención que Iglesias haya obviado las dos ideas fuerza que han acompañado su pensamiento y que irritan a los errejonistas. No habla de «cavar trincheras» ni de «politizar el dolor», aunque sí lo presenta de otro modo. Para «defender los intereses de la mayoría social» en su partido deben «ser capaces de entender que eso sólo es posible desde el protagonismo de los sectores populares». Enfrente, Errejón pide abrir el plano y no obsesionarse sólo con los sectores en conflicto, sino también con las necesidades y los anhelos compartidos por una mayoría, en una agenda política que no venga predeterminada desde fuera. Por ello, fija que «el trabajo institucional es un frente decisivo» y pide «demostrar» que son capaces de «liderar acuerdos» en el Congreso.
«Si continuamos por la senda resistencialista que iniciamos tras el 20-D», alerta Errejón, «habremos fracasado». El número dos de Podemos llama a recuperar la «iniciativa política» perdida en este tiempo. «Tenemos que ser los mejores en el trabajo arduo y duro», insiste Errejón, que demanda ser «útil ya» para generar «certezas» que disipen el «miedo» a Podemos y disuelva las dudas de quienes aún desconfían.
En este sentido, Errejón responde directamente a la acusación que le hacen los pablistas. «No necesitan domesticarnos», rebate, «les basta con arrinconarnos y dejarnos una cómoda y folclórica existencia en la esquina izquierda del tablero».
El marco parlamentario determina algo tan esencial como la relación con el PSOE. Iglesias es pesimista en la colaboración con él y lo sitúa más como un enemigo a combatir que como un posible socio. Para él la «acción política» deber ir encaminada a «evidenciar las contradicciones» de su discurso». Por su parte, Errejón dibuja una óptica más colaboracionista para sumar fuerzas contra el PP. En este sentido, pide ser «hábil» y dejar de lado una «obsesión» contra el PSOE que parece más propia de «deudas pendientes de una parte de la izquierda». No es la única vez que, de forma muy velada, Errejón advierte contra las «visiones toscas» heredadas del Partido Comunista.
Si por algo se caracteriza el documento de Errejón es por ser una demoledora impugnación al rumbo político marcado por Iglesias desde las elecciones del 20-D, las primeras generales. Ahí fija el divorcio entre ambos. O, como dice, el «parteaguas» y el «punto de bifurcación». Y mucho tiene que ver con el PSOE y cómo se frustró la negociación con Pedro Sánchez. Afirma que Podemos se equivocó en confrontar «en los momentos y por las cuestiones menos oportunas» y que eso «dio alas a los sectores más inmovilistas» de Ferraz para cerrar la puerta. La autocrítica es feroz en algunos puntos. «La gestión de las negociaciones de gobierno improductivamente y la percepción de inmadurez y soberbia por una parte importante de nuestro potencial electorado explican los resultados del 26-J [las segundas generales], en los que la confluencia con IU no pareció funcionar», dice.
Iglesias contrapone otro relato distinto y responsabiliza a Errejón de parte del fiasco. La culpa de la sangría de votos, cree Iglesias, fue por los «errores en una campaña en la que» sonaron «menos creíbles que en otros momentos».
Esto enlaza con el tono y las formas. Otra gran diferencia. Errejón es rotundo: «Sólo si salimos de la lógica del golpe de efecto y de ser los enfants terribles de la política española», dice, se podrá ganar. Y pide expresamente «aprender de los liderazgos de Ada Colau, Manuela Carmena y Mònica Oltra, inteligentes en las formas y profundamente radicales en el contenido».
Una diferencia sustancial es la relación con IU. Errejón marca límites claros pidiendo ser «autónomo» e «independiente» y establece que cualquier colaboración es puramente electoral. Pero Iglesias abre la puerta a ser algo más. Exige más «flexibilidad» para entenderse como «partes de algo más amplio». «Es esencial que un partido del siglo XXI se conciba como parte de un proyecto más grande que el propio partido», sentencia Iglesias.
EL MUNDO – 14/01/17