En 25 años el Parlamento vasco no ha celebrado ni un solo pleno, ni el Gobierno vasco un consejo monográfico, para tratar sobre las consecuencias de la integración en Europa para nuestro autogobierno.
El penoso e inconcluso asunto en que están derivado las denominadas vacaciones fiscales tras la millonaria sanción impuesta por la Comisión Europea es también una oportunidad para plantear una serie de cuestiones vinculadas con el papel de las instituciones vascas en materia europea. Advierto al lector que no es mi intención entrar a valorar en este artículo las responsabilidades de las administraciones forales o de otras organizaciones en un caso que según parece va a resultar muy caro al contribuyente vasco. Sin embargo, me propongo ofrecer unas breves reflexiones sobre la práctica europea de las instituciones vascas durante los últimos 30 años. A mi juicio, es en un contexto de agudo desconocimiento sobre la Unión Europea, muy extendido entre la clase político-mediática, como mejor puede entenderse este desafortunado episodio.
Para empezar, debiera recordarse que con ocasión de la negociación para la adhesión a la entonces denominada Comunidad Económica Europea ni el Parlamento ni el Gobierno vasco, como tampoco las instituciones forales vasco-navarras, plantearon que en el Tratado de Adhesión se hiciera salvaguardia de la especificidad que el Concierto/Convenio Económico reconoce en materia fiscal. Por el contrario, España sí hizo constar las especificidades del régimen fiscal de Canarias y el de Ceuta y Melilla. En consecuencia, y ya desde el inicio, el régimen fiscal vasco-navarro quedó en buena medida desprotegido. Así, para la Comisión Europea resultó más sencillo interpretar que las normas fiscales vascas eran ayudas que distorsionaban la libre competencia. Lo que para Irlanda estaba permitido para atraer inversiones, aquí, por el contrario, era perseguido. Primero por algunas comunidades autónomas limítrofes, luego por la Abogacia del Estado, que paradójicamente era quien más tarde debía defender el Concierto en sede comunitaria.
Desafortunadamente, la falta de perspectiva europea se ha venido manteniendo con posterioridad. Así, en 25 años el Parlamento vasco no ha celebrado ni un solo pleno para deliberar sobre el marco europeo; para tratar sobre las consecuencias de la integración sobre el autogobierno o sobre cualquier cuestión relativa a la Unión Europea. A pesar de que como consecuencia del Tratado de Adhesión y de sucesivos tratados y reformas numerosas materias de competencia autonómica han pasado a ser también competencia de las instituciones europeas la clase parlamentaria no ha sido capaz en cinco lustros de atender la cuestión como por su importancia se merece. Tampoco con ocasión del fracasado proyecto de nuevo Estatuto político de Euskadi la dimensión euopea mereció más de un artículo específico (art.65). Si lo comparamos con el texto del Nou Estatut de Catalunya, plagado de referencias a la Unión Europea, la ceguera europea resulta aún más evidente entrado el nuevo milenio.
Tampoco el Gobierno vasco en toda su historia ha celebrado ni un solo consejo monográfico para tratar acerca de la integración europea. El papel de la Administración vasca como el de las administraciones forales se ha caracterizado por alimentar su normativa a base de ‘fusilar’ las normas de desarrollo elaboradas por el poder central del Estado. En cuanto al papel de la Comisión Parlamentaria competente para asuntos europeos su papel ha sido, salvo con ocasión del proyecto de Constitución europea, irresponsable en relación a la gestión de las competencias que el Parlamento vasco tiene estatutariamente asignadas.
Esta falta de perspectiva es también trasladable a los ayuntamientos vascos, que todavía no han sido capaces de incorporar concejalías europeas. Estas posibilitarían un mejor acceso y gestión de los fondos europeos al tiempo que facilitarían un mayor acercamiento de la ciudadanía vasca a iniciativas europeas y una mejor visibilidad del espacio de la UE a través de intercambios culturales, escolares, hermanamientos… Debiera contemplarse que construir Europa desde la base y en base a las diversidades locales para equilibrar la homogeneización es un camino de europeización ciudadana.
Qué decir sobre el papel de los medios de comunicación o del sistema educativo en relación a la formación e información sobre la dimensión europea. Al día de hoy el deficit cognitivo y afectivo en relación a Europa es enorme. La dimensión europea no está incorporada a los planes de estudio y la labor de EiTB en este campo brilla por su ausencia. No llega a percibirse que además en esta parte de Europa la izquierda antisistema ha promovido un discurso antieuropeísta que ha calado particularmente entre la juventud vasca.
Este lamentable panorama requiere de cambios sustanciales. Las actividades coyunturales: encuentros, jornadas… no son suficientes. Es precisa una implicación institucional real y no meramente retórica del entorno político-mediático así como un esfuerzo educativo para corregir una deficiente gestión. Otros 25 años ignorando a Europa es un riesgo excesivo. Va siendo hora de integrar la dimensión europea para poder valorar dónde estamos y tratar de orientarnos hacia dónde nos dirigimos. La ignorancia -no saber y no querer saber- sale muy cara.
(Íñigo Bullain es profesor de Derecho Constitucional y Europeo en la Universidad del País Vasco)
Íñigo Bullain, EL DIARIO VASCO, 10/3/2011