Igualdad de oportunidades

IGNACIO CAMACHO-ABC

  • El error de cálculo de Feijóo lo convirtió en figurante con frase frente a un Sánchez crecido en la asimetría del debate

El parlamentarismo según Sánchez es un reflejo de su concepto de la igualdad de oportunidades. Ayer endilgó al Senado un discurso de una hora, aceptó una réplica de veinte minutos e infligió al jefe de la oposición una contrarréplica de cuarenta y cinco. La dupla de Feijóo estaba tasada en otros cinco minutos, y el último turno del presidente duró quince, el triple. Era el reglamento, sí, pero no se puede llamar debate a ese abuso desproporcionado de los tiempos. Quizá el líder del PP se equivocó al pedirlo creyendo que su rival iba a respetar un mínimo principio de cortesía o de juego limpio y olvidando que se trata de un campeón del ventajismo. Cabe esperar que haya aprendido de la novatada que le convirtió en un mero figurante con frase, un saco de golpes descargados por un adversario crecido ante la descomunal asimetría de las reglas del combate.

Con todo, la intervención inicial del jefe del Ejecutivo tuvo un arranque sensato, hasta juicioso de haberlo pronunciado un gobernante que conservase algo de crédito. Pero cada vez que Sánchez dice «voy a hablar con franqueza» hay que temer lo peor y despojarse de cualquier atisbo de inocencia. Si luego apela al criterio de «expertos» y al «conocimiento de la ciencia» afloran todos los fantasmas de los engaños de la pandemia. Si promete «atajar el derroche», es difícil contener la risa. Y si rescata la expresión de «doblegar la curva» (de la inflación) o descarta el racionamiento de energía conviene prepararse para un invierno de precios disparados y noches ‘arreciítas’, como se dice en Andalucía.

Naturalmente, la crisis energética y económica era el pretexto, la percha en la que colgar el habitual disfraz de populismo, victimismo, autosuficiencia y demagogia contra el periodismo crítico y el «catastrofismo» de la derecha. El error de cálculo de Feijóo, que apenas pudo aprovechar su exiguo hueco para deslizar alguna puya y proponer improbables acuerdos, lo había dejado expuesto a la cascada de descalificaciones e improperios que le cayó encima con alevosía y ensañamiento. Salió apaleado como un muñeco, confiado en que la revancha y la razón se las dé la realidad de los hechos y con toda probabilidad arrepentido de ser tan ingenuo. Meterse solo en esa encerrona es impropio de la estereotípica cautela de un gallego.

Al menos ahora ya sabe a quién se está enfrentando. Sánchez es un yonki del poder que ante la perspectiva verosímil de perder el cargo no le va a ahorrar a su rival una trampa ni un golpe bajo. Está más que nervioso, desesperado, y además de no sentir ningún compromiso con la verdad carece de embarazo a la hora de arrollar cualquier mecanismo de contrapeso democrático. Está dispuesto a utilizar todos los recursos del Estado para vender caro su epitafio. Y quien pretenda desalojarlo sólo puede apelar a la conciencia de los ciudadanos que aún no se hayan resignado.