Igualitarismos

JON JUARISTI, ABC – 11/05/14

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· A cualquier política económica de la derecha, la izquierda opondrá siempre el perezoso sonsonete de la desigualdad.

No recuerdo haber escuchado o leído defensa alguna de la igualdad que no se fundamentara en supuestos falsos. Pasa casi lo mismo que con las apologías empecinadas de la desigualdad. Ambas posiciones son ideológicas y, por lo general, falaces. Ahora bien, si los ideólogos de la desigualdad suelen presentarla como característica del orden natural de las cosas y, por tanto, vinculada a una errónea visión del mundo –de base filosófica o religiosa, según los casos–, los agitadores por la igualdad improvisan sus argumentos a sabiendas de que la cuestión es puramente retórica y de que poca relación tiene con la verdad.

Mienten conscientemente, pero con buena conciencia. Los defensores de la esclavitud natural de determinadas razas ni siquiera se planteaban la consistencia del concepto de raza. Estaban convencidos de que había razas y de que su existencia incontestable pertenecía a la esencia misma de la Humanidad, pero además creían que algunas de ellas se hallaban destinadas por naturaleza o por decisión divina a ser esclavas de otras, y lo justificaban recurriendo a Aristóteles o al Génesis (a la maldición de Noé sobre su segundo hijo, Cam). Ni siquiera los abolicionistas apelaron a una idea de igualdad en contradicción abierta con lo que se aceptaba como verdad avalada por la tradición. La mayoría de ellos creían que había razas superiores e inferiores, pero no veían en esa supuesta desigualdad una razón a favor de la esclavitud.

En rigor, libertad e igualdad no forman parte de orden natural alguno. Son valores nada más (y nada menos). Optar por uno cualquiera de ellos como prioritario va en detrimento del otro, como es bien sabido. De manera que resulta bastante lógico que a los liberales apenas les importe la nivelación económica y que los socialistas tengan en poca estima las libertades individuales. En consecuencia, cuando la primera candidata del PSOE a las elecciones europeas afirma que lo único que ha crecido en España con el Gobierno de Rajoy ha sido la desigualdad, se podrá estar de acuerdo o no con dicha afirmación, pero su ortodoxia ideológica parece incuestionable. A cualquier política económica de la derecha, la izquierda opondrá siempre la misma pega. Evita esfuerzos a las neuronas.

Sin embargo, los ejemplos que aduce Elena Valenciano en apoyo de dicha afirmación –«el aumento de las clases de catecismo en las escuelas y de los abortos clandestinos» (cito literalmente)– tienen tanta relación con la desigualdad como el proverbial culo con las proverbiales témporas y parecen responder más bien a las obsesiones paranoides de la candidata. Por cierto, si hubiera aumentado el número de abortos clandestinos sin haberse aprobado aún en el Congreso la ley Gallardón, ello diría muy poco a favor de la legalidad socialista todavía vigente en este particular.

Con todo, discrepo de Arias Cañete cuando califica de trasnochado el feminismo de Valenciano. De trasnochado, nada: sencillamente, enloquecido. La candidata del PSOE es una delirante que cree que los obispos odian a las mujeres. Esto, en castellano castizo, se llama estar de los nervios. Y eso sí que es un peligro para la salud mental de las masas imponibles, y no los sermones de un pobre cura de Jaén que se ha limitado a constatar que hace treinta o cuarenta años, en una España más inculta y brutal, muchos hombres pegaban a sus mujeres, pero no las mataban, lo que es verdad. Como lo es que, hace casi ochenta, unas chicas socialistas asesinaron en Vallecas al obispo de Jaén y, de paso, a la hermana del obispo. Por impartir clases clandestinas de catecismo, supongo.

JON JUARISTI, ABC – 11/05/14