Gorka Maneiro-Vozpópuli
- Llega el penúltimo pago aplazado del socialismo al independentismo catalán
Hoy Illa rinde pleitesía a Puigdemont, como mandan los cánones socialistas. Illa es presidente de la Generalitat de Cataluña y Puigdemont, un delincuente venido a menos y un prófugo de la Justicia que lideró un golpe de Estado contra la democracia y declaró ilegalmente la independencia de Cataluña. A bote pronto, no se me ocurre ola reaccionaria mayor pero seguramente estaré equivocado y padezca miopía política además de presbicia. Este encuentro debe de ser el reflejo fiel de la igualdad por abajo y la meritocracia inversa que contaminan todo: los menos estudiosos serán los más premiados, los más desordenados serán los delegados de clase y los más impuntuales serán los capitanes del equipo; por esa misma regla de tres, los peores ciudadanos serán, si no lo son ya, nuestros gobernantes; o nuestros gobernantes los peores ciudadanos. O sea, que los últimos serán los primeros aunque no sólo carezcan de méritos sino que acumulen todos los deméritos imaginables.
Así que el representante del Estado en la comunidad autónoma de Cataluña, Salvador Illa, recibe a Puigdemont, delicuentecillo mundano residente en un país extranjero, en nada menos que la delegación del Govern ante la Unión Europea ubicada Bruselas, a mitad de camino entre la delincuencia organizada y la obediencia socialista a quienes quieren romper la convivencia para después lograr la independencia. Y en tal punto nos encontramos, que ni siquiera es lo peor que cabe imaginar puede llegar a hacer Illa, dispuesto a dejar obsoletos, por superados, el ideario y el programa nacionalistas.
Ya recibió en Moncloa a los representantes de Bildu, cuyos méritos pueden resumirse en beneficiarse políticamente del fin del terrorismo después de haberlo apoyado
Illa le otorgará al encuentro con Puigdemont rango institucional, que es lo menos que puede merecerse por los servicios prestados a la comunidad política y a la sociedad en su conjunto un tipo que incumplió flagrantemente la principal ley en la que se sustenta la democracia española (la Constitución) y tiene entre ceja y ceja volver a repetirlo en cuanto Sánchez termine de dejarse o se cierre el círculo. No conviene extrañarse más de lo debido porque, al fin y al cabo, es coherente con el proceder del PSOE de Sánchez y su costumbre de venerar a los peores desde que se hizo con los mandos de una nave que hoy camina a la deriva, puesto que ya recibió en Moncloa a los representantes de Bildu, cuyos méritos pueden resumirse en beneficiarse políticamente del fin del terrorismo después de haberlo apoyado. Su forma de agradecerlo es la presencia masiva en la mayoría de fiestas vascas de propaganda proetarra, que en lugar de menguar se multiplica año a año, lo que supone una humillación a las víctimas del terrorismo y, en general, a la sociedad en su conjunto. Vaya con la convivencia y la normalidad política. Pero no vayamos ahora a entorpecerlas, que al fin y al cabo se basan en que la democracia se rinda ante los abusones de clase, incluso aunque tengan las manos manchadas de sangre.
El programa de Otegi
El encuentro tampoco es novedoso del todo o, al menos, tiene precedentes. Así que tampoco es para tanto el escándalo. Al fin y al cabo, antes hubo otros y, al amontonarse, desaparecen o se olvidan. Cerdán, otro alumno adelantado que ya tiene celda propia, ya se reunió con Puigdemont en varias ocasiones para terminar de apuntalar la normalidad política, que no es otra cosa que Sánchez siga gobernando con Otegi y la derecha política permanezca en el extrarradio: es el programa de mínimos planteado recientemente por Otegi, otro exconvicto. Son las cosas de la pluralidad política de nuestros días: que hace hueco antes a quien la atacó violentamente que a quien sufrió el ataque en sus carnes.
A las familias que no pueden estudiar en español en una parte de España como es Cataluña, no solamente no se las recibe, y no sólo se incumplen las sentencias que les son favorables, sino que se las persigue, denigra e insulta. O a los ciudadanos no nacionalistas residentes en Cataluña que quieren, pero no pueden zafarse de la presión nacionalista. A esos ni agua, que son ciudadanos pero de segunda o de tercera. Porque a los ciudadanos molientes y dolientes sólo nos queda cumplir la ley y pagar los impuestos a Hacienda, mientras otros hacen justo lo contrario y reciben a cambio honores de jefe de Estado. Aunque, así como no ofende quien quiere, sino quien puede, hay honores que es mejor que no te los concedan, no vaya a ser que te conviertas en uno de ellos.
No es sólo que Illa deba dejarse perdonar por Junts, ERC y resto de reaccionarios de izquierdas o de derechas; es, sobre todo, que Illa quiere seguir siendo president
Tras la supresión del delito de sedición, la rebaja del delito de malversación, los indultos, la amnistía, la condonación de la deuda, los intentos de que el catalán sea oficial en el resto de Europa y el cuponazo catalán para que los que menos tienen sostengan los presupuestos de los que tienen más siempre que sean nacionalistas, llega el penúltimo pago aplazado del socialismo al independentismo catalán, tanto por los servicios prestados como por los que queden por prestarse, porque las deudas se acumulan en el saco de la vergüenza socialista y las abonamos a escote, entonces sí, todos los que seguimos siendo españoles para lo bueno y para lo malo. Ahora es la recepción a Puigdemont por parte de Illa, esa maravilla que fue votado incluso por catalanes que no son independentistas, y que ahora se frotan los ojos por no haberlos abierto antes.
La reunión, exigencia que Junts tenía guardado en el cajón para recuperarla cuando les conviniera, ha sido finalmente solicitada por Illa, lo que eleva la humillación a la enésima potencia de las humillaciones socialistas. Para Junts, la reunión llega demasiado tarde y, para el PSOE, nunca es demasiado tarde para humillarse. No es sólo que Illa deba dejarse perdonar por Junts, ERC y resto de reaccionarios de izquierdas o de derechas; es, sobre todo, que Illa quiere seguir siendo president y, Sánchez, presidente del Gobierno de España. y eso explica cualquier infamia.