Tonia Etxarri-El Correo

El chambelán de Pedro Sánchez, y sin embargo, presidente de la Generalitat, y Carles Puigdemont se verán hoy las caras en Bruselas después de que Salvador Illa se haya entrevistado con los antecesores en su cargo, incluido el evasor fiscal confeso, Jordi Pujol. El mero encuentro, tan anómalo dentro de la normalidad que pretende dar La Moncloa a la situación de un prófugo que espera ser amnistiado, supone un guiño a Junts, como gesto de reconocimiento de la conveniencia de la rehabilitación política de Puigdemont mientras la amnistía judicial le tarda en llegar. Como la vía sumarial no acaba de cerrar este capítulo porque la Sala de Apelación del Supremo rechazó aplicar la amnistía al delito de malversación que pesa sobre Puigdemont al considerar que el mal uso de fondos públicos no puede ser perdonado con la excusa del ‘procés’, es la hora de los gestos políticos. Y del intercambio de favores en plena fase de negociación de los Presupuestos. Mientras Puigdemont confía en que su recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional acabe decantando la balanza a su favor, reclama un pase de señales en público. Qué menos, a cambio de su apoyo al inquilino de La Moncloa. Con gestos como el de hoy, el mandatario del Gobierno catalán le reconoce a Puigdemont una amnistía política. A él, que proclamó la independencia de Cataluña, en 2017, durante ocho segundos. Y, de paso, puede sentar las bases para la cita definitiva, la de Pedro Sánchez y Puigdemont.

Como se trata de asegurar el apoyo de los 7 diputados de Junts al presidente del Gobierno, Puigdemont, que se ha visto despojado de la interlocución de Santos Cerdán, ahora en prisión, quiere fotos de primer nivel. Necesita justificar la continuidad de su apoyo aunque algunas de sus aspiraciones sigan encalladas, como la cooficialidad del catalán en Europa o el traspaso efectivo de las competencias en inmigración (pactadas a cambio de su apoyo en el decreto omnibús en 2024) que no se acaba de concretar por la oposición de Podemos. El prófugo es consciente de la falta de coherencia de sus interlocutores. El primero, Sánchez, pero también Illa. No hace ni dos meses que le recordó al presidente catalán su incongruencia porque en 2017 se manifestó junto al PP, Vox y Societat Civil Catalana. Pero eran otros tiempos y de aquel Partido Socialista que se manifestó contra Puigdemont quedan pocos vestigios. Hace mucho menos que Illa se paseaba por la campaña electoral asegurando que no iba a haber amnistía «ni nada de eso». Y, sin embargo, este fin de semana presionó a los jueces para que apliquen «con diligencia» la ley de impunidad a Puigdemont. Illa suele justificar sus cambios por razones de «utilidad política». Criticó a Torra por reunirse con Puigdemont diciendo que «se ha puesto a las órdenes de una persona que ha huido de Cataluña». Ahora es su turno.

Del apoyo del resto del elenco de socios de izquierda a los Presupuestos se está encargando Otegi, que se ha afianzado como el socio emergente más leal de Sánchez, por pura necesidad. Nunca le volverá a ir tan bien a Bildu si el PSOE desapareciera del poder. Pero ésa es una partitura para otro artículo.