Illa es una alma caritativa, qué duda cabe. Como cuando a uno le toca la lotería: los beneficiarios principales serán los amigos del afortunado, a los que invitará a unas cañas
«Uno de mis objetivos es que Catalunya ayude a mejorar España«, nos dijo hace unos días Illa, flamante nuevo president de Cataluña, tan nacionalista e incluso más nacionalista que todos los anteriores; y nosotros, pobres diablos sin oficio ni beneficio, tenemos que agradecerle que pretenda ayudarnos después de haber logrado limitar la redistribución, abolir la solidaridad y destruir la igualdad entre ciudadanos y entre territorios gracias al abominable concierto económico que ha pactado el PSOE, filial del PSC en el resto de España, con los independentistas de ERC, esos que aspiran a la independencia política después de haber logrado la financiera. Y el que no lo haga será un desagradecido.
La fórmula matemática para calcular el cupo es tan clara que debe negociarse políticamente, en función de las necesidades que PSOE y PP tengan para salvaguardar la gobernabilidad de España de la mano de quienes quieren romperla
Conste que a mí supuestamente no me afecta, o no tanto como a otros. Como soy residente en el País Vasco, pertenezco a una comunidad autónoma cuyas diputaciones forales recaudan todos los impuestos y, tras reunirse con representantes del Gobierno Vasco y negociarla políticamente con el Gobierno de España, entregan una cuantía menor de la que nos correspondería a los restantes ciudadanos españoles para que no se quejen, que Dios dijo hermanos pero no primos. La fórmula matemática para calcular el cupo es tan clara que debe negociarse políticamente, en función de las necesidades que PSOE y PP tengan para salvaguardar la gobernabilidad de España de la mano de quienes quieren romperla. Gracias al concierto económico vasco y al convenio navarro, los residentes en ambas comunidades autónomas disponemos de una financiación per cápita superior en un sesenta por ciento a la de los restantes ciudadanos españoles porque nosotros lo valemos y PSOE y PP lo han apoyado y defendido desde hace cuatro décadas. Ahora les toca a los catalanes, que entregarán cuando toque sus propias migajas. Y de bien nacidos es ser agradecidos.
No sabemos bien qué han estado haciendo sus gobernantes hasta ahora, más allá de dar un golpe de Estado para romper la comunidad política
Lo de que ‘Catalunya sea el motor de la economía española’ y tire del resto, otro de los clásicos que acaba de verbalizar Salvador Illa, es más viejo que el hilo negro. Lo oí por primera vez poco después de las Olimpiadas de Barcelona, obra maestra de la Cataluña moderna y próspera porque los demás no hicimos nada más que aplaudir y celebrar las medallas. Gracias a su buen hacer como comunidad autónoma tirará del carro que representamos el resto, lastres necesarios de una comunidad política diversa y plural en la que tiene que haber de todo para mantener el equilibrio: ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. No sabemos bien qué han estado haciendo sus gobernantes hasta ahora, más allá de dar un golpe de Estado para romper la comunidad política, impedir que se estudie en español aunque sean una parte de España y, algunos de ellos, llevárselo crudo. Por no hablar de sus problemas en relación a la vivienda, la sanidad pública y la educación, que ahora, por fin, comenzarán a resolverse. O sus problemas de seguridad en determinados barrios donde la inmigración se hace fuerte y la identidad catalana se emborrona. Que eso es lo importante para una gran mayoría de catalanes, vistos los resultados electorales: salvaguardar prioritariamente su propia identidad y su lengua propia con la que hablar de sí mismos para diferenciarse del resto, como si fueran un grupo social distinto o una raza a punto de extinguirse.
El Gobierno de Cataluña tendrá más recursos para destinar a educación, sanidad, vivienda, empleo o inversiones productivas, justo lo que no se les ha ocurrido hacer hasta ahora
Illa considera que el concierto económico, al que no llama concierto económico, será bueno… para el resto de comunidades autónomas; por eso lo quieren ellos: para ayudarnos a los demás a salir adelante. Illa es una alma caritativa, qué duda cabe. Como cuando a uno le toca la lotería: los beneficiarios principales serán los amigos del afortunado, a los que invitará a unas cañas. Creo haber entendido su razonamiento que no termina de verbalizar convenientemente supongo que porque le da vergüenza: dado que se quedarán con todos los impuestos y nos darán menos de lo que les corresponde, es decir, las sobras (y solo de momento), el Gobierno de Cataluña tendrá más recursos para destinar a educación, sanidad, vivienda, empleo o inversiones productivas, justo lo que no se les ha ocurrido hacer hasta ahora, todo lo cual hará que Cataluña crezca económicamente y mejore su situación en todos los ámbitos, lo que a continuación redundará en el resto de comunidades autónomas sableadas antes con buen talante y mano izquierda, nunca mejor dicho. Es como lo del cupo solidario, una contradicción en los términos y una tomadura de pelo. O lo de llamar federalismo a lo que es el confederalismo del sálvese quien pueda. Lo que no entiendo es que le dé vergüenza llamar concierto a lo que es un concierto, dado que han sido defensores acérrimos del concierto vasco: ¿por qué no iban a tener ellos lo que tenemos los vascos o los navarros? Quizás por lo que nos repetían desde filas populares y socialistas y recoge la Carta Magna: que el vasco y el navarro no se tocan porque están reconocidos en la Constitución Española, la única parte de la misma que no puede ni debe cambiarse aunque sea una afrenta a la igualdad de todos los españoles. No vayan a enfadarse aquellos que se benefician de los sacrosantos derechos históricos, esa modernidad progresista que se extiende ahora a la Cataluña de Salvador Illa, que vino para salvarnos.
Así que calma, conciudadanos diversos y plurales que podáis sentiros agraviados por el penúltimo escarnio: la Cataluña privilegiada de Illa os va a ayudar a ser mejores.