La audiencia respira aliviada si oye al presidente del PNV apostar por que la persona tiene que estar por encima de las naciones. Pero el archivo nos recuerda que Imaz defendió el plan Ibarretxe, que con su nacionalismo obligatorio apostaba por lo contrario.
Inmersos ya en la precampaña electoral y, con la idea de que los compañeros de Otegi vuelven a las instituciones al haber conseguido, en buena parte, colarse por el filtro legal, el presidente del PNV volvió a poner ayer la mejor imagen del PNV sobre el escaparate madrileño. Ocurrió en un desayuno ante empresarios y representantes sociales. Porque Imaz es envolvente. Tan sugestivo en el mensaje apaciguador (no pactará con quienes no rechacen explícitamente la violencia) como escurridizo en temas espinosos (¿ha habido pacto entre el Gobierno de Zapatero y Batasuna, como sugirió su compañero Urkullu?).
Tan envolvente, en fin, que sus interlocutores se dejaban llevar por las formas olvidándose, a veces, del fondo que subyace en su discurso. Es cierto que su imagen amable resulta mucho mejor aceptada que la del lehendakari Ibarretxe. Ni qué decir si lo comparamos con su competidor dentro del PNV, Egibar. De ahí que la audiencia respire aliviada si le oye decir que él apuesta por que la persona tiene que estar por encima de las naciones. Pero el archivo nos recuerda la contradicción. Porque Imaz apostó, por razones obvias de disciplina, por el plan Ibarretxe que, con su nacionalismo obligatorio, apostaba por lo contrario. Tampoco suena mal oírle que nadie puede imponer a los navarros su futuro. Pero es que, si le preguntan su opinión personal, admite que le «encantaría suprimir la frontera que separa la comunidad vasca y la navarra».
Es el riesgo que corre un discurso pronunciado para contentar a toda la parroquia. Que el empeño por la aceptación total, desde una opción nacionalista, resulte metafísicamente imposible. Es cierto que Imaz no descarta pactar con el PP. Pero lo dijo cuando se le presentó la pregunta en bandeja y después de reconocer las enormes diferencias que le separan del partido de Rajoy. Con esa flexibilidad de campaña, ofrece la imagen de un partido más pragmático que provoca una doble reacción: la de Otegi, a quien le parece clarificador que Imaz no haya puesto veto al PP porque eso significaría que el PNV no va a seguir apostando por el llamado proceso de paz, y la de Rajoy, al que le parece que el presidente del PNV ha decidido aplicar un corrector a la política errática de pretender aislar al principal partido de la oposición.
En el medio, la reacción quizás, más realista: la de los socialistas que creen que el mensaje de Imaz ha sido lanzado como «hipótesis en abstracto». Habrá que esperar al día después de las elecciones. Pero lo que va ofreciendo el presidente del PNV es la victoria nacionalista sobre las opciones abertzales que siguen amarradas a la defensa del terrorismo. Lo demás vendrá dado. Porque si hay alguna duda que Imaz tiene despejada es que los nacionalistas seguirán siendo la primera fuerza de Euskadi.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 9/5/2007