JON JUARISTI-ABC

  • A medida que los individuos acumulan nuevas identidades para reclamar nuevos derechos, se vuelven más manipulables

En su sentido original, imbecilidad valía por «debilidad» o «flojera» (se hablaba, por ejemplo, de «vinum imbecillum» para referirse a los caldos de baja graduación o muy ácidos, como los chacolíes). Con el tiempo, pasó a significar «debilidad mental» o incluso «retraso mental moderado», acepción médica esta última que canonizó la RAE. También se la relaciona con el optimismo inmoderado. A este respecto, merece la pena recordar que, hace treinta y un años casi exactos, Houellebecq se refirió a los otros «treinta gloriosos» como una época de «mucho optimismo, mucha fe en el porvenir y un poco de imbecilidad», añadiendo a continuación que «es evidente que nos hemos vuelto mucho más inteligentes», lo que constituye un estupendo sarcasmo autocrítico.

Los treinta gloriosos quedan muy atrás, pero el pesimismo no nos vuelve necesariamente más inteligentes que nuestros padres o abuelos. A Wyndham Lewis, que tuvo fama de ultra en su tiempo, y que además lo fue –un antisemita admirador de Hitler, aunque cantara la palinodia antes de la Segunda Guerra Mundial–, a este Wyndham Lewis que sus cuatro grandes contemporáneos de la derecha literaria, Joyce, Yeats, Pound y Eliot, consideraron el mejor escritor de lengua inglesa, se debe la expresión «infierno imbécil» (Moronic Inferno) para referirse a la modernidad: «un infierno imbécil de insipidez y decadencia».

Lewis resaltaba la paradoja de que, a medida que los modernos enriquecían sus individualidades con identidades cada vez más floridas, se volvían más manipulables por el poder político. Una tendencia que la ideología de género parece haber llevado al límite. Saul Bellow, que hizo suya la fórmula de Lewis, se la explicaba así en 1983 a Michael Ignatieff: «Infierno imbécil… designa un Estado caótico al que nadie puede oponerse por no disponer de la organización propia suficiente para resistir: un Estado en el que uno se ve abrumado por todo tipo de poderes –político, tecnológico, militar, económico, etcétera– que proponen al ciudadano una suerte de desmadre pagano en el que se supone que este se las arreglará para sobrevivir gracias a las cualidades humanas que debería poseer». Y que tendrían que ser muchas, pues sus identidades crecen sin cesar en número y exigen el reconocimiento de sus derechos correspondientes.

En 1986, Martin Amis rindió un doble homenaje a Lewis y Bellow titulando ‘Moronic inferno’ una colección de magníficos ensayos. Antes de morir el pasado 19 de mayo, publicó en plena pandemia unas últimas memorias –’Inside Story’ (2020)– en las que apostaba, como Bellow, por individualidades no dispersas y fuertemente organizadas para resistir al «infierno imbécil». No es un programa muy paulino: nada de ser todo para todos, simple con los simples y bueno con los malos, pero a lo mejor resultaría una cosa maja, oye.