FÉLIX DE AZÚA-EL PAÍS

  • Illa es el candidato perfecto para unas elecciones en la nación perfecta, aunque inexistente

Dentro de un par de semanas algunos catalanes volverán a las urnas mecidos por un sueño que se ha prolongado durante décadas desde que Pujol, actor de novela romántica, se inventara una nación lingüística. Es decir, una nación oral. Por esta razón a mí me parece que el señor Illa es el perfecto candidato para ese país únicamente oral.

Como todo en aquella comunidad, Illa es una perfecta imitación. Ha imitado a los ministros españoles con un éxito rotundo. Ha hablado sosegadamente, no ha insultado a nadie, siempre ha llevado corbata, en fin, ha sido un modelo que deberían imitar los restantes ministros. Ahora bien, su efectividad ha sido nula. Era, simplemente, un buen simulacro oral y visual de ministro sin capacidad ejecutiva alguna. Si se hubiera tumbado en una hamaca bajo el sol de cualquier desierto africano, el resultado habría sido el mismo, o sea, nada.

De modo que es el candidato perfecto para unas elecciones en la nación perfecta, aunque inexistente. Todo es así en aquella comunidad. El equipo de fútbol no es un equipo de fútbol, sino más que un club. Da igual que sea más o menos, el caso es que no es un club como los demás. Lo mismo sucede con los obispos, que son más que obispos, y los dirigentes del empresariado son más que empresarios. La alcaldesa de Barcelona ha logrado algo que no ha osado ninguna alcaldía real: proteger a los invasores legales de viviendas (llamados, por disimulo, okupas) contra todos los ciudadanos que pagan impuestos. Las universidades catalanas tienen como primera función ser las madrazas del separatismo, que es lo menos universal que existe. Y así sucede con todas las instituciones del país. De modo que Illa será la más adecuada imitación de candidato catalán. Que les vaya bien.