Luis R. Aizpeolea, EL PAÍS, 17/5/12
La banda pretende frenar la estrategia penitenciaria del Ejecutivo
ETA ha vuelto a desplegar su estrategia para tratar de sacar el mejor provecho de las situaciones políticas. El comunicado en el que anuncia la constitución de una comisión para abrir un diálogo con el Gobierno se superpone a la reclamación, hace diez días, del Comité de Verificación Internacional al Ejecutivo para que abra un canal de comunicación informal con la banda terrorista. Lo hace, además, horas después del debut del socialista François Hollande como presidente de la República, con la pretensión de implicar a Francia.
ETA sabe que desde el momento en que hace pública una petición de diálogo a un Gobierno, este se ve obligado a rechazarla. Estamos, pues, ante una operación de propaganda a meses de las elecciones vascas.
La banda pretende con este movimiento descolocar al Gobierno e impedir su estrategia de avance hacia la consolidación del fin de la violencia por el gota a gota. Una estrategia de pasos cortos en política penitenciaria, que al cabo de la legislatura sumen un buen balance. El primer paso fue el plan de reinserción individual de presos etarras anunciado hace tres semanas. Con el señuelo del diálogo, ETA trata de sacar el foco del terreno de la política penitenciaria y llevarlo a un campo más favorable para sus intereses. Estamos, pues, ante una partida de ajedrez en la que ETA trata de mejorar posiciones ante la opinión vasca a meses de los comicios autonómicos.
En esta batalla, los partidos y, sobre todo, el Gobierno deben jugar inteligentemente sus cartas. La Moncloa hace bien en rechazar la negociación con ETA e impedir que le marque la agenda. Pero no es óbice para que mantenga un canal discreto e indirecto de comunicación con una ETA definitivamente cesada para consolidar su final con el desarme de la banda. El Ejecutivo dispone, además, de recursos suficientes para neutralizar la campaña de opinión de ETA. Cuenta con la complicidad anunciada del PSOE y el PNV. Solo tiene que superar la presión de la ultra derecha.
Luis R. Aizpeolea, EL PAÍS, 17/5/12