IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Salvo los comentaristas afines -esos a quienes de manera abusiva y descarada se da la palabra en exclusiva en las ruedas de prensa de Pedro Sánchez-, el resto calificó de exhibición de autobombo la última dedicada el miércoles a hacer balance de la mitad de la legislatura recorrida. Siento discrepar y creo que hizo un excelente ejercicio de modestia. Ni se proclamó Mister Universo ni inició un proceso para su beatificación. A cambio dijo cosas asombrosas. La mejor, sin duda, es esta: «La pandemia no ha sido un freno, sino un acelerador para impulsar reformas y avances sociales». No me negará que es un gran hallazgo esto de convertir en un ‘avance social’ a la catástrofe de la mortalidad, al desconcierto sanitario, al abandono de responsabilidades que supone la anárquica cogobernanza y al letal golpe asestado a la economía. Seguro que quiénes han pasado meses en la angustia de las UCIs o en la incertidumbre de los ERTE estarán entusiasmados por haber colaborado decisivamente al avance social del país.

En su comparecencia presentó una mezcla de verdades, junto con exageraciones grotescas y mentiras flagrantes. Entre las verdades está la presentación a tiempo de los Presupuestos, aunque haya necesitado un enorme despliegue de partidos, concitados al olor de las prebendas; y el acuerdo para la reforma laboral. Si bien ha sido en base a violentar sus promesas, la culminación del proceso de aprobación en el Congreso será un éxito cierto. No lo es la reforma de las pensiones, pues solo ha conseguido imponer, que no pactar, la parte sencilla del asunto, como son los mayores compromisos de gasto y la subida de las cotizaciones. Tampoco lo es la gestión sanitaria de la pandemia, en la que el único éxito, la vacunación, corresponde a las comunidades autónomas. Y hay que ser muy optimista para pensar que la situación catalana ha mejorado -que se lo pregunten a los padres del niño de Canet del Mar-, si bien es cierto que ha perdido dramatismo al haber abandonado, los independentistas, la fase de la brusquedad para centrarse en la sutil acumulación de fuerzas. Aragonès es mas inteligente que Puigdemont y más listo que Torra -tampoco era muy difícil-, pero no es menos dogmático y sectario que ellos.

Para identificar la larga lista de mentiras flagrantes le aconsejo que repase el artículo del ‘The Economist’ que compara la situación económica de los países de la OCDE. Se lo resumo: España es el país, entre los 23 analizados, en donde más ha menguado el PIB; el que más ha reducido los ingresos familiares; donde menos ha subido la Bolsa y el tercero en donde más se ha reducido la inversión. O si prefiere, cavile un rato sobre las consecuencias que acarreará el dato de inflación conocido el jueves, un 6,7%, que supone la tasa más elevada registrada desde ¡marzo de 1992! Si no está hoy para rollos, quédese con un dato: España pierde peso en el PIB europeo y somos ya el 16 país de la lista, una vez que Eslovenia, Chipre y Lituania nos adelantan y Estonia nos empata. Como para estar orgullosos…

Pero lo más divertido de todo es la fórmula elegida para justificar la falsedad de su promesa de que pagaríamos la luz en 2021 igual que en 2018. Aprovecha el hecho cierto de que una buena parte de las familias, las que tienen contratada la tarifa con el suministrador, van a pagar menos como consecuencia de la reducción de impuestos, con la evidencia de que las demás pagarán mucho más y que las empresas se encuentran ante un gravísimo problema para soportar las subidas, que triplican los precios de aquel año. ¿Si no ha subido la electricidad, cómo diantres se nos ha disparado el IPC? Como truco es muy malo, como intención (engañarnos) es inaceptable. Además de que olvida un par de matices. Al final ‘todos’ los consumidores van a pagar el precio de la luz. Una parte, a través de los impuestos que será necesario implementar para compensar la pérdida de recaudación que implica la acción del Gobierno; y otra parte, como consecuencia del extra que tendremos que pagar a las empresas a quienes compramos la cesta de la compra y todo lo demás, como consecuencia de la elevación de los precios que nos aplicarán para trasladarnos el alza de la electricidad.

Afirmar lo afirmado y tal y como lo ha afirmado es como insistir en que la Tierra es plana y que Elvis Presley no ha muerto. Pues él, oiga, ni una sola mueca. impertérrito en sus falacias.