Eduardo Uriarte-Editores

Me enseñaron al poco de iniciarse la democracia -uno dejó de ser pretencioso a base de palos asumiendo que sólo sé que no sé nada- y aunque la práctica política enajene cual una drogodependencia provocando una cierta tendencia a creerse Napoleón, de hinojos ante un letrado aprendí que la labor de la oposición es la de impulso y control. Luego, con los años, seguro que ya estaba dicho y escrito, llegué a la conclusión que en la acción de un buen gobierno su impulso debe estar limitado por la prudencia. Se lo comenté hace años a una amiga para que trasmitiera esto último a un presidente del Gobierno y salió llorando tras el enfado que mostró el susodicho.

No observo en Casado una labor de impulso ante nuestro frívolo presidente -el bolivarianismo en España es una frivolidad- incapaz de salir del terreno de discusión propio de corrala zarzuelera al que le arrastra siempre Sánchez (¿o será que sus asesores de imagen pasaron por la misma escuela que Iván Redondo?) sin realizar alternativa u ofrecimiento en positivo. A ello se suma el muy limitado control que ejerce, dejándose colar vía decreto ley o mediante la legislación de emergencia arbitrariedades peligrosa en una democracia moderna. La suerte que ya tiene el líder del PP es que Sánchez no va a poder hacerlo peor, porque es imposible. Y en España las elecciones se pierden, salvo en el caso excepcional de Ayuso en Madrid que las ha ganado.

Casado podría caer en el error de movilizar a una izquierda dividida y en gran medida escandalizada por los bandazos del Gobierno si cayera en la trampa del activismo que la nueva convocatoria de Colón supone. Sánchez se hunde solo, no hace falta provocar su movilización tras el sentimiento de agresión en el seno de una izquierda desmotivada. Si la derecha vuelve a Colón le dará árnica a un presidente en horas muy bajas.

Porque es muy evidente que el caos político al que nos ha llevado este Gobierno no tiene precedente en la reciente democracia española. El 23 F se cauterizó con prontitud y ETA pasó de ser un riesgo político a un quiste aislado. Quiste, hasta que a Zapatero, precursor de disparates actuales, se le ocurrió negociar con ETA, resucitándola, volviendo a convertirla en un agente político. Permitiendo, con la satisfacción de una ONG que salva náufragos, que su herencia perviviera en Bildu, y que hoy sea sostén del Gobierno. Quizás fuera éste el fin que deseara este presidente idealista, en la acepción más negativa del idealismo que expresara el viejo Marx. Lo mismo que el PNV, ambos deseaban que el legado de ETA no desapareciese. Zapatero para la conformación de un bloque auténticamente democrático, es decir, un bloque de ruptura, donde la derecha no pueda ser alternativa de poder nunca (mensaje de Pablo iglesias). El segundo para mantener incólume al nacionalismo y encontrarse ante un Estado debilitado tras las irresponsabilidades socialistas.

Menos mal que la Guardia Civil se encargó de liquidar militarmente a ETA porque de no haber sido así las imposiciones terroristas hubieran sido mayores y asumidas, por aquello de la paz y de hundir toda alternativa al izquierdismo, hasta con cierta satisfacción por Zapatero. Un proceder imprudente, pero quizás deseado tras el nuevo planteamiento izquierdista y de ruptura desempolvado por el PSOE que busca la hermandad de todo antisistema y que repudia la Transición. El buenismo en política, paz, hermandad, concordia, encuentro, negación del revanchismo. odio y venganza (según a quién vaya dirigido) por su radicalismo libertario conduce al caos que hoy padecemos.

El Sanchismo se ha ganado a pulso carecer de credibilidad. Basta que recomiende una vacuna para que la gente pida la otra, pues nadie se fía tras esconder miles de muertos, decirnos, porque no las había, que las mascarillas no servían para nada, y que iba a ser como una gripe. En su política ONG el Gobierno acoge con identidad “diferenciada” al líder del Frente Polisario, y un Marruecos armado militar y diplomáticamente por Estados Unidos nos invade con diez mil de sus súbditos alcanzando la mayor crisis política por nuestro flanco sur. Y la crisis y la deuda que no para, y la pensiones sin tratar… Y en el norte Cataluña con un nacionalismo sedicioso que sabe tener atrapado al Gobierno. Allí no hace falta que nos invadan, allí están.

La democracia no es un look, ni una palabra sin contenido, por mucho salero que le ponga la ministra portavoz. La democracia implica liberalismo, republicanismo, estado de derecho, respeto a las leyes. participación, deliberación, aceptación de la alternativa política, pero también un mínimo de cohesión política, cohesión constitucional. Además, exige desde el Gobierno prudencia y no tirarse por el barranco, pues es un régimen delicado. Y los que llamándose demócratas quieren romper el demos, se oponen a la ley, no respetan la separación de poderes, acosan al contrapoder judicial, serán tan demócratas como Maduro o los de la República Democrática Alemana felizmente desaparecida. Y a eso vamos con los anunciados indultos a los presos por sedición.

Decisión traumática, que va partir la sociedad española como ya lo está en Cataluña, que pone en valor el facticismo subversivo, que desmorona el Estado de derecho, que atenta contra la legalidad nada menos desde su base constitucional. Decisión que, aún teniendo en cuenta las ansías de poder de su protagonista, sólo sería explicable desde la lógica política de iniciar otro sistema político en el que se instituyera un nuevo Estado donde la autodeterminación para la separación de sus territorios y poblaciones estuviera en los principios fundamentales del mismo. La prudencia pisoteada no sólo por las ansías de poder sino, también, por una ruptura política en la que no quepamos todos.

Tiene razón mi amigo Juaristi: “Así empiezan las guerras civiles, atizadas por gente como Rodríguez Zapatero”.