LIBERTAD DIGITAL 02/05/17
CAYETANO GONZÁLEZ
Es la palabra maldita que resume a la perfección el temor que invade desde hace tiempo a las víctimas del terrorismo y a tantos ciudadanos de bien que quieren, que queremos, estar junto a ellas, en la defensa de su Memoria, de su Dignidad, de la Justicia a la que se han hecho acreedoras y que algunos están empeñados en negarles.
Impunidad es una de las palabras que más se repite en el reciente manifiesto que, con motivo de la pantomima del denominado «desarme de ETA», fue promovido por un grupo de personas que han sufrido en sus propias familias el zarpazo del terrorismo etarra, como Maite Pagazaurtundúa o Consuelo Ordóñez, y por otras que, sin ser víctimas directas, siempre han tenido una posición beligerante en la defensa de la libertad y la paz, como el escritor Fernando Savater, el exmiembro del PNV Joseba Arregui o el profesor de universidad Luis Castells. Un manifiesto que fue firmado, en menos de cuatro días, por más de 20.000 personas.
Impunidad es también el concepto clave del último trabajo del cineasta vasco Iñaki Arteta, que se ha estrenado este fin de semana ¡sólo! en cuatro ciudades españolas. Contra la impunidad es el título de este documental que tanta gente debería ver y que pretende poner en valor el hecho terrible y vergonzoso de que más de 300 crímenes de ETA estén todavía sin resolver y no se conozcan quiénes fueron sus autores materiales, con lo que eso conlleva de agravio y de injusticia para los familiares de esas víctimas, a las que les asiste el derecho básico de saber quiénes fueron los asesinos de sus seres queridos.
Hace unas semanas tuve la oportunidad de ver, junto a otros colegas, en un pase privado, este magnífico trabajo, como todos los que ha llevado a cabo, de Iñaki Arteta. En dicho acto, el que fuera ex fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce, hizo una autocrítica, creo que sincera y desde luego acertada, de los muchos fallos o negligencias judiciales a lo largo de tantos años en la investigación y persecución de los crímenes de ETA. Los famosos agujeros del sistema que tan bien han sintetizado Covite y Juan F. Calderín en un libro de imprescindible lectura.
Cuando el clima dominante en amplios sectores de la opinión pública en relación a lo que muchos consideran el final de ETA es pasar página, olvidar –cuando no tergiversar– lo que ha pasado, mirar hacia el futuro sin tener en cuenta lo que ha sucedido, no empeñarse en lograr un final con vencedores y vencidos, no arrinconar a las víctimas pero tampoco darlas un excesivo protagonismo, iniciativas como el manifiesto Por un modelo de fin de ETA sin impunidad o documentales como Contra la impunidad son absolutamente necesarias e imprescindibles, aunque sólo sea, que ya sería suficiente, por preservar la memoria de quienes fueron asesinados. Como señala el citado manifiesto,
existe en un parte de la opinión pública española la tentación de pedir «generosidad» a las víctimas del terrorismo, obviando que ello implica la renuncia a legítimas reclamaciones, entre ellas la reivindicación de justicia, que es a su vez un componente de la reparación. Esta demanda es un chantaje moral, que es un tipo de microviolencia tremendamente dañino.
Es evidente que estas cuestiones no ocupan un lugar prioritario ni en la acción del Gobierno, ni en la de los partidos políticos ni en la de la mayoría de los medios de comunicación, que prefieren alinearse con lo políticamente correcto y no complicarse la vida. Menos mal que todavía quedan medios como esta casa –LD y esRadio– donde no sólo se da voz a las víctimas del terrorismo, sino que se sigue defendiendo lo que por otra parte estoy convencido muchos ciudadanos piensan y quieren: un final de ETA en el que no haya ningún tipo de impunidad para los responsables de los atentados que costaron la vida a 857 personas, asesinadas exclusivamente por ser compatriotas nuestras, por ser española