SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO – 17/12/14
· Jordi Pujol, solo o en compañía de otros, fundó en el Monasterio de Montserrat el partido que presidió hasta su retirada de la vida política. Corría el año 1974, el dictador había sufrido aquel verano un aviso de la tromboflebitis y el partido no era entonces más que la reunión de unos cuantos grupos de centro derecha que acabaría cuajando en 1976. Ya había una gran intuición en los convergentes al acogerse a sagrado desde el momento de su concepción. Montserrat ha sido el útero materno que ha cobijado y nutrido al invento.
«Éste es un caso situado en el terreno en el que está», ha dicho Francesc Homs, nuevo filósofo, maestro en tautologías, que tiene Mas como portavoz de su Gobierno, al tiempo que pedía presunción de inocencia para la familia del patriarca.
Para él, no, claro. Pujol es un delincuente confeso desde el 25 de julio último en que reivindicó: «He sido yo». Siempre tuve por una agudeza de Mario Onaindia la inverosimilitud del género en la novela detectivesca que había escrito su amigo Jorge Martínez Reverte (Gálvez en Euskadi): «Aquí el crimen se reivindica».
No era la única comunidad en la que pasaba tal cosa. En un primer momento pudo parecer que aquella carta increíble de Pujol era una confesión, pero después de ver su comparecencia en el Parlamento de Cataluña era forzoso concluir que estábamos ante otra cosa. El Juzgado de Instrucción número 31 de Barcelona ha llamado a declarar en calidad de imputados a Jordi Pujol, a Marta Ferrusola y a tres de sus hijos: Marta, Mireia y Pere. De los otros cuatro (Jordi, Oriol,Oleguer y Josep), los tres primeros tienen sus causas separadas y sus propias imputaciones. ¡Qué error el del padre Peyton! Esto une más que el rosario en familia. Lo que no se me alcanza es la razón de que eligiera precisamente el día de Santiago, patrón de España, para cantar la gallina, salvo como una forma de expiación adicional.
Tengo para mí que la inductora fue Marta Ferrusola: «Anda, sal tú y que dejen en paz a los nens». No cabe en cabeza humana que ningún abogado, por manta que fuera, pudiera estar en la redacción de aquella carta, en la pretensión de que su confesión era exculpatoria para su mujer y sus hijos. Treinta y cuatro años. Toda su vida en las instituciones, desde que en 1980 fue investido presidente de la Generalidad por primera vez, ha sido un fraude. Los 23 años que se disfrazó de honorable y los 11 que vinieron después, ya de jubilado. Venga a reivindicar las competencias de Hacienda y transferencias de impuestos el hombre que no pagaba los suyos.
Jordi Pujol había hecho suyo el discurso del marqués de Leguineche, gran Luis Escobar, en Patrimonio Nacional ante un inspector de Hacienda: «¿Por qué vamos a pagar si el país ha marchado estupendamente sin nuestro óbolo? Además, ésos que usted dice» – la pobre gente que sí paga», había dicho el inspector– «pagan muy poquito y no se enteran». Esto no afecta al lío que se traen Mas y Junqueras, disputándose los derechos de primogenitura y el plato de lentejas. Sólo Azcona y Berlanga podrían haber contado este proceso.
SANTIAGO GONZÁLEZ, EL MUNDO – 17/12/14