Mikel Buesa-La Razón
- La vorágine política que, de la mano de la deriva identitaria socialista, utiliza el dolor victimal como moneda de cambio con la que satisfacer las exigencias de liberación de los presos de ETA y obtener así los votos de Bildu en el Congreso.
Mi querido y admirado Antonio Beristain, jesuita y catedrático de Derecho Penal en el País Vasco, fallecido hace ya algunos años, formuló este principio que concede a las víctimas de delitos violentos, singularmente del terrorismo, la preeminencia en el caso de duda, por encima del interés del reo. Beristain escribió que esas víctimas eran «pebeteros ígneos que nos regalan su luz, y agentes morales de la convivencia, la libertad y la fraternidad». La razón de esta consideración es sencilla: los asesinados y damnificados por ETA y otras organizaciones terroristas nunca lo fueron por ser portadores de una culpa, sino por su valor simbólico con vistas a doblegar la voluntad de la sociedad frente a las pretensiones totalitarias de aquellas.
Esto ha sido olvidado y ocultado por la vorágine política que, de la mano de la deriva identitaria socialista, utiliza el dolor victimal como moneda de cambio con la que satisfacer las exigencias de liberación de los presos de ETA y obtener así los votos de Bildu en el Congreso. Lo vimos la semana pasada con la concesión de terceros grados a significados etarras entonces encarcelados; y lo seguimos observando ahora con la norma que resta años de cárcel a sus compañeros para dejarlos más pronto que tarde en libertad. Que esas acciones gubernamentales, ordenadas por Sánchez y Marlaska y ejecutadas por funcionarios de segundo nivel, sean irregulares e incluso ilegales, no inquieta lo más mínimo a la patulea de los diputados socialistas y sus voceros partidarios en las redes sociales y medios de comunicación. Lo son principalmente porque, en el horizonte conceptual de éstos, se ha prescindido de la exigencia de justicia para las víctimas y se ha ensanchado torticeramente el margen de la duda en pro de los reos. Porque ensanchar es, en efecto, interpretar que la firma de un «formulario de perdón» tiene el valor moral del arrepentimiento y el legal de la colaboración con la justicia; o que los años de prisión pasados en Francia por «asociación de malhechores» son equivalentes a los que se habrían de cumplir en España por «asesinato terrorista». Se perpetra así la definitiva marginación de las víctimas para que se fastidien. Lástima que ya no esté Beristain con nosotros para denunciarlo.