Entrevista

Marcos Ondarra-El Español

  • «Otegi es una persona astuta, si no pide perdón es porque no le hace falta»/ «El centro-derecha ha entendido mejor lo que era ETA y lo que significan las víctimas» / «La gente que ha estado en ETA alardea de su pasado». 

Iñaki Arteta (Bilbao, 1959) se atrevió con ETA antes que nadie. Sus documentales llegaron para contar los años duros del terrorismo en el País Vasco mucho antes de que Patria se convirtiera en un fenómeno editorial. Antes, incluso, de que la violencia tuviese visos de cesar. Cuando plantar la cámara en según qué pueblo suponía, literalmente, jugarse la vida.

Nada ha escapado durante casi dos décadas al objetivo del director bilbaíno. Cuando el silencio y la connivencia eran la norma, él quiso ser la excepción. Y que Dios le libre de sentirse como pez en el agua en la sociedad que él retrata con dolorosa precisión. «El hecho de ir a contracorriente significa que vas bien», arguye.

Su última película, Bajo el silencio, insiste en uno de los ejes sobre los que orbita toda su trayectoria cinematográfica: el silencio ante la infamia, el retrato de un pueblo que aún tiene una relación traumática con su pasado. Y así, durante casi dos horas, la pantalla muestra a curas que justifican la violencia, etarras sin atisbo de arrepentimiento y viandantes espontáneos que aseguran que «con ETA se vivía bien».

Arteta acaba de recibir el Premio Derechos Humanos Adolfo Suárez que otorga la Fundación Víctimas del Terrorismo por «educar en la convivencia con sus documentales». Un galardón que acoge con «naturalidad y alegría», y que le anima a seguir siendo combativo: «Que me reconozcan las víctimas es muy gratificante; me empuja a seguir haciendo lo que hago».

Hablando sobre España con Iñaki Arteta

Usted lleva más de 15 años hablando de ETA y de los años duros del terrorismo en el País Vasco. Sin embargo, recientemente hemos asistido a una proliferación de producciones sobre esta temática. ¿A qué lo atribuye?

Es una coincidencia debida a que, aunque no es mi caso, muchos productores han estado esperando a que pasara un tiempo sin violencia. Quizá han considerado que ahora es el momento más conveniente para contar eso. Yo no. Yo empecé a hacer películas de estas allá por finales de los años noventa porque pensé que era casi obligatorio contar lo que estaba pasando en el momento en el que estaba pasando. Y así me lo tomé.

Mientras, había directores o productores que decían que había que dejar pasar un tiempo para ver las cosas con más distancia. No es obligatorio tomar distancia. Ahora mismo hay tropecientos libros sobre la pandemia, incluso alguna película y alguna serie. Y llevamos nueve meses. El mundo del arte, de la producción, de la creación, tiene paralelismos con la sociedad civil. En su momento, hubo miedo a expresar una posición franca contra el terrorismo en la sociedad y en el mundo del arte también lo ha habido.

El mundo de la cultura está vinculado mayoritariamente a la izquierda. Y esta parece mucho más preocupada por los crímenes de la Guerra Civil que por los de ETA. ¿Siente que va a contracorriente de otros directores de cine? 

Sí, como un salmón. Me gusta la idea de ir a contracorriente. Cuando empecé, estábamos rodando la primera película en el año 2001 en un pueblo y en el de al lado habían matado a un concejal del Partido Socialista. Fuimos al entierro y a la manifestación posterior. Nos movíamos en un espacio geográfico y temporal en el que pasaban cosas horribles y no sabías qué iba a pasar mañana. No sabías si ibas a estar con alguien haciendo una entrevista y lo podían matar en unos días.

¿Eso era ir a contracorriente? Probablemente. Nadie me lo aconsejó, pero tanto yo como mi equipo queríamos contar lo que estaba pasando. Sobre todo, porque nadie lo estaba contando de esta manera. O se miraba para otro lado o los autores y productores optaban por hacer otras cosas más cómodas. El hecho de ir a contracorriente muchas veces significa que vas bien.

Si les hubiésemos vencido policial y políticamente no estaríamos hablando del relato: el relato estaría hecho

¿Cree que su trabajo resulta incómodo en la profesión?

¿Dentro de la profesión? Ni idea, no lo sé. No me lo he planteado nunca, tampoco me importa. También es incómodo para las víctimas ver el sufrimiento, el suyo propio, en una pantalla. No es apetecible. Yo siempre he dicho, incluso a las víctimas, que mis películas no eran para ellas, que eran para la sociedad y para la gente que no se ha enterado de que la gente sufría así. ¿Para la profesión? No lo sé. Tengo amigos directores que me han felicitado y que se han emocionado.

¿Ha tenido algo que ver la creciente influencia de Bildu en la política española con que ahora abunden productos culturales sobre ETA?

Yo creo que no. Cuando empezamos la primera película, en medio del proceso negociador, uno me decía «cuando la acabéis, esta película no va a tener sentido porque ETA se va a acabar». No fue así. Cuando estábamos rodando el primer largo, allá por 2003, pasó lo mismo: «Si tú estás haciendo esto y luego se acaba el terrorismo, tu trabajo no tendrá sentido; las víctimas serán reconocidas»… Tampoco pasó. Yo no he estado sujeto a ninguna coyuntura.

No sé si mis películas convenían políticamente o socialmente en medio de los procesos que hubo. Siempre he pensado en hacer las películas para que trasciendan, para que no estén muy conectadas a la actualidad y que se puedan ver dentro de cinco o diez años y se pueda entender. No que esté sujeta a gobernaba tal o que había no sé qué proceso negociador en su momento. Intento contar algo despojándolo de actualidad.

Y en este momento yo creo que es una coincidencia temporal lo de Bildu y su apoyo al Gobierno. Se verá en los próximos años si ha sido una moda corta la profusión de artefactos con respecto a ETA o si es el principio de una generación de productos audiovisuales que puedan servir para que los espectadores y la juventud puedan entender de la mejor manera lo que ha pasado, desde muchos puntos de vista. Sería muy interesante.

Sólo entendiendo el pasado podemos comprender el presente.

Claro. Lo que tiene el pasado es que nos da las claves para el futuro. En nuestra vida personal también, pero en la vida social con mayor razón. Las actitudes que se tuvieron o dejaron de tenerse con respecto al terrorismo o con respecto al brazo político del terrorismo o el final del terrorismo… todas esas actitudes las hemos heredado sin querer. Y si no se fue contundente con el terrorismo y no se estuvo cerca de las víctima eso generó una serie de actitudes y una cultura que la estamos pagando ahora.

¿En qué sentido?

Ahora hay que hablar de relato cuando, si les hubiéramos vencido definitivamente policial y políticamente, no estaríamos hablando de relato. El relato estaría hecho.

Según usted, ¿cómo se hubiera vencido políticamente a ETA?

No permitiendo la ideología que ha sustentado el terrorismo. Muy sencillo. El nazismo está prohibido en Alemania. Se haga el análisis que se haga del pasado en Alemania, esa ideología no se puede permitir. O, al menos, ponerla en cuarentena.

Me parece que el proceso no fue adecuado. Y eso lo pagaremos durante mucho tiempo. ¿Y cómo Bildu tiene tanta presencia? ¿Y por qué no reniegan de su pasado? Pues no reniegan de su pasado porque se lo han puesto tan fácil que no les hace falta. Eso también es una información importante para los jóvenes que no han conocido el pasado de ETA. Si ahora un joven pone la televisión y ve que la gente de Bildu está sustentando al Gobierno español y que negocia con la ministra, pensará que no fue tan malo lo que hicieron si ya están admitidos en la sociedad.

Cuando cualquier cosa vale para mantener un Gobierno, la democracia enferma un poco

Para legitimarles como socio presupuestario, los socialistas hablan de «triunfo de la democracia» para referirse a que dejaron las armas y ahora influyen en la política nacional.

No es un triunfo de la democracia, es un triunfo de la conveniencia política. La mayoría de las decisiones que toman son por conveniencia. Y otras pueden entrar dentro del juego político natural, pero esta atraviesa esa línea moral de avalar como partido normal, como los que no han roto un escaparate y han aceptado la democracia, a Bildu, que no reniega de su pasado ni de la ideología por la que mató. Incluso, la exhiben. Eso no es sano, es indecente y quita mucho valor al juego político. Cuando te das cuenta de que cualquier cosa vale para mantener un Gobierno o sacar adelante ciertas políticas, la democracia enferma un poco.

¿Se le ha ido al PSOE de las manos el blanqueo de Bildu? Una cosa es que justificaran sentarse a negociar con ellos y otra que, como dijo Ábalos, los abertzales tengan más sentido de Estado que el Partido Popular.

Yo creo que cuando a alguien en política le conviene hacer algo y no tiene muchos escrúpulos, lo hace y después busca justificaciones; lima las aristas éticas de lo que ha hecho como puede. Y eso está pasando. Quieren justificar lo injustificable puesto que saben perfectamente que mataron a compañeros suyos porque eran socialistas y eran piezas importantes de la política española. Hay quien dice «yo puedo negociar con ellos; y eso que mataron a mis amigos». Tendría que ser al revés. Si han matado a tus amigos, no te sientes a negociar con esta gente hasta que no reconozcan lo que han hecho. Ese retorcimiento de los argumentos podría ser divertido si no fuera dramático

¿Qué le falta a Bildu para ser una formación política homologable al resto?

El reconocimiento de su pasado. Nadie cambia si no reconoce qué ha hecho mal. Si alguien te ha hecho mucho daño y tienes que convivir con él, debes decirle «oye, podemos convivir, pero, ¿qué hay de lo que hiciste?». Lo que no puede ser es dar la callada por respuesta. Si no se reconoce el daño hecho… que no sólo son 900 víctimas, son miles de heridos, decenas de miles de exiliados y un daño profundo a la sociedad a la que querían salvar, a la vasca. Y el daño incuestionable a la sociedad española. Si admitimos la mentira sobre su pasado, ya admitimos cualquier cosa. Si admitimos que alguien que ha hecho daño a la democracia y a las personas, que no ha tenido respeto a la vida, se haga aliado político sin pedir cuentas vamos muy mal.

¿Por qué cree que Otegi aún no ha condenado expresamente la violencia de ETA? Desde el punto de vista estratégico, y aunque fuera sólo de cara a la galería, sería lo más astuto.

Arnaldo Otegi es una persona astuta. Si no lo hace es porque no le hace falta. Nadie se lo pide para nada. Puede entrar a todos los sitios sin hacer eso. Todo el mundo (la prensa, la política, la sociedad vasca, gran parte de la sociedad española…) admite que es un ser normal dentro de la política española. ¿Para qué va a pedir perdón? Él no lo necesita éticamente, eso está claro. Si no, lo hubiera hecho hace diez o veinte años. Es astuto y puede decir cosas parecidas, como que no quiere ninguna expresión violenta más.

Otegi será juzgado de nuevo por pertenencia a ETA tras la anulación de la sentencia de Bateragune. 

Si le tienen que juzgar, que le juzguen. Si le absuelven, dirá que ha sido éxito suyo. Si no le absuelven, lo utilizará para decir que todo el mundo está contra él porque el Estado es «fascista» y la Justicia está hecha expresamente para perseguirles a ellos. Ese es el discurso victimista que han tenido toda la vida mientras mataban para justificar que mataban: «Nos persiguen, nos torturan, no nos dejan expresarnos políticamente»… Lo peor de eso no es que lo dijeran, sino que lo han vendido muy bien. Hay gente que en vez de preguntarse si el Supremo tiene razón se plantea si esto es un complot contra Otegi.

Otegi atribuye la decisión del Supremo a «los sectores que se oponían a la paz hace 10 años». Curiosamente, fue Herri Batasuna la que utilizó el término «paz» en la pancarta de su manifestación en Bilbao contra la detención de su mesa nacional. ¿Hay un uso torticero de esa palabra por parte del mundo abertzale?

Paz es la palabra que llevan utilizando 20-25 años los que aplaudían los asesinatos. Esa palabra, como tantas otras, está desgastada y vacía de contenido. Ha sido el argumento teórico dentro de ese mundo para justificar el asesinato, la presión a la sociedad, la persecución… Nada de eso tiene sentido.

No han cambiado en nada sus aspiraciones. Ahora dicen que quieren una República, eso sí. Yo no lo había oído antes

¿Cree que hay miembros dentro de la dirección de Bildu que verían con buenos ojos que un dirigente abertzale sin vínculos pasados con ETA tomara las riendas?

Ni lo sé ni me preocupa. Igual que no me preocupa el mundo de la delincuencia. ¿Habrá gente en la cárcel que se arrepienta o que haya sido injustamente castigada? Seguramente, pero no me preocupa. Yo creo en el Estado de derecho y en la Justicia. Creo también en la política y creo que la gente puede cambiar, pero tampoco me va la vida en ello. Si hubiera gente en Bildu que quisiera arrepentirse o reconocer lo que han hecho y decir que estuvo mal en público, ya lo hubieran hecho.

Recientemente, Jon Iñarritu (Bildu) dio su pésame al diputado de Vox Antonio Salvá, padre de un Guardia Civil asesinado por ETA. Hubo quien lo celebró como un paso en la dirección correcta por parte de los abertzales.

Esto me recuerda a lo que durante tantos años se decía cada vez que alguien de Herri Batasuna hacía un pequeño gesto cuando mataban al concejal que tenía al lado. Una cosa es que ETA matara a alguien a 100 kilómetros y otra es que mataran a la persona que tienes al lado. En San Sebastián, cuando mataron a [Gregorio] Ordóñez, la concejal que tenía al lado de Herri Batasuna [Begoña Garmendia] dio una rueda de prensa diciendo que no había derecho a que se asesinara a un representante político elegido por el pueblo y tal y cual. Y los periodistas en aquel momento, en el 97, se vuelcan con ese gesto. «Algo se mueve en HB», decían. Esa mujer siguió dentro del mundo abertzale y no se movió nada. Es un mundo muy inmovilista.

No han cambiado en nada sus aspiraciones para este país. Ahora dicen que quieren una República, eso sí. Yo no lo había oído antes, debe ser por imitación de los independentistas catalanes. También esto es de chiste, si no fuera tan dramático. Tienen habilidad para hacer parecer que algunos miembros significados se apean del asunto. Pues váyase del partido. Si usted dice A y los otros B, usted no puede estar en el partido. Tanta diversidad en un partido no puede existir. Esos gestos cosméticos de algunas personas de Bildu están permitidos por los demás. Lo que pretenden es confundirnos. Lo decía [Luis Eduardo] Aute en una canción de los 70 que era crítica con la falta de libertad en el franquismo: «Confundir es lo que importa». Crear esa confusión es buena para sus objetivos porque los biempensantes, que los hay en política, se lo creen todo. Y más cuando les conviene creerlo.

¿Ha abandonado la izquierda española a las víctimas del terrorismo?

Yo creo que la izquierda española ha estado durante demasiado tiempo comprendiendo el impulso terrorista. ETA provenía del franquismo y aparentó ser un movimiento social que pudiera derrocar el Régimen. Eso atrajo a la izquierda de nuestro país, que lo ha arrastrado durante mucho. A lo largo de los años ha habido distintas actitudes de la izquierda, sobre todo me refiero al PSOE, frente al terrorismo. Sin el impulso de la izquierda, el terrorismo no hubiera durado tanto. Sin la cobertura ideológica o comprensiva que tuvo con el terrorismo.

Esto puede parecer muy bruto porque, efectivamente, les han matado. En toda la Transición y hasta bastantes años después, ese apoyo comprensivo de la izquierda ha sido fundamental para la duración de ETA. Y el apoyo a las víctimas ha sido variable: hay gente buena en la izquierda pero hay gente que le ha podido el sectarismo. Y si ahora no les ha interesado ponerse cerca de las víctimas tienen un problema.

Desde la izquierda y el mundo abertzale critican al centro-derecha por «instrumentalizar» a las víctimas. Les han llegado a decir, incluso, que «vivían mejor con ETA».

En la política actual se dicen tantas cosas… Lo de utilizar a las víctimas se le ha dicho muchas veces a la derecha, pero es que alguien se tenía que acercar a las víctimas. Y la derecha ha tenido muchísimos menos prejuicios. Mis películas se han organizado en pueblos, ciudades gobernados por la izquierda o por la derecha, me han llamado asociaciones cívicas, la Liga Comunista organizó durante años varios pases para ver mis películas… Excepto el nacionalismo, todo el mundo se ha sentido identificado con las víctimas. Es cierto que más la derecha, pero eso se lo debería hacer mirar la izquierda.

¿Por qué me ha llamado siempre más gente de la derecha? ¿Porque quieren utilizar a las víctimas o porque han empatizado más y mejor con las víctimas? Yo creo que lo segundo. El centro-derecha ha entendido mejor lo que era ETA y lo que significan las víctimas. La izquierda ha tenido el problema muchas veces de identificar qué era ETA, si tenía sentido o no la acción terrorista, y ha tenido momentos de mayor y menor cercanía con las víctimas. Eso está en la historia del país.

De su último documental, Bajo el silencio, han causado mucho revuelo las declaraciones del párroco de Lemona justificando la violencia de ETA. ¿A usted le sorprendieron?

En el País Vasco estamos curados de espanto desde hace tiempo. Hicimos las entrevistas año y medio antes de acabar la película y nos parecieron impactantes, pero hemos oído tantas cosas… Es cierto que, para las primeras personas que la vieron (entre ellas, periodistas) las palabras del sacerdote sobresalían bastante. Es un discurso nacionalista pero no es excepcional. En la película se dicen cosas bastante peores y bastante más impactantes. Por eso recomiendo que se vea, la radiografía que se hace del País Vasco actual no la ha hecho nadie ahora.

El argumentario de pueblo oprimido, perseguido, torturado… tiene casi cien años, no nace con los GAL

Su obra orbita sobre un eje: el silencio en el País Vasco.

Por eso es muy incómoda. Bajo esa capa de silencio se pretende dibujar que frente al pasado horrible del terrorismo está esa gente que sale en mi película. Representan a colectivos no pequeños del País Vasco, no son unos locos de un pueblo. Algunas de esas personas las hemos encontrado por azar, gente que no tiene ni una página en un periódico, que no sabíamos qué pensaban.

Hay un discurso muy inquietante en la sociedad vasca que se mantiene y no sólo no se persigue, sino que se acepta como normal. Hay gente que lo esconde un poco, que lo exhibe menos, pero la gente que ha estado en ETA y que entrevistamos en la película alardea de su pasado. Pero sí, el silencio ha sido además el gran aliado del mundo abertzale y del terrorismo.

Usted siempre ha estado en la lucha por el relato en el País Vasco. Aquel relato torticero que habla de un conflicto entre dos bandos y de un pueblo oprimido. ¿Los GAL dieron alas a ese discurso?

Todo ha dado alas al terrorismo, cualquier movimiento. Ahora mismo estamos hablando de que si el Supremo vuelve a juzgar a Otegi es por una cuestión maléfica urdida por la ultraderecha y la Guardia Civil. Hemos oído muchas películas de estas. Todo lo que ha pasado en la historia del país para el nacionalismo, sobre todo para el abertzalismo, ha sido contra ellos. Han creado un argumentario de pueblo oprimido, perseguido, torturado… Y eso les ha servido de coraza para hacer lo que hacían. Es un argumentario que tiene casi cien años, no nace con los GAL. Es un relato que se ha vendido bien.

¿Y cómo sigue funcionando?

Es un misterio. No tiene que ver con la Historia, está basado en mentiras históricas, exageraciones y en el retorcimiento de la verdad. Hablan de miles de víctimas, de miles de torturados… No hay una lista. Si no, la tendríamos encima de la mesa. Cuando dicen que el acercamiento de presos está en la ley, ellos saben que no. No hay ninguna sola querella suya en ningún juzgado de España, y eso que tienen abogados buenos. Es una opción que puedan o no estar cerca en esos casos.

El nacionalismo es contrario a los hechos, da igual lo que les digas. Su voluntad prioritaria es cambiar la Historia y, una vez extendida y consentida por las gentes que no son las suyas, todo funciona. Es el misterio de los nacionalismos: cómo se les tolera tantas cuestiones que en cualquier otro ámbito serían intolerables.

¿Ese relato debe combatirse desde la educación?

Yo no valoro tanto la Educación para estas cuestiones. Yo estudié en el franquismo y estudié Formación del espíritu nacional, como tanta gente de mi generación. Y eso no nos hizo franquistas a ninguno. La transmisión de la ideología se produce a través de la familia.

Algo hay que hacer. Hoy en día el 60% de los jóvenes españoles reconoce que no sabe quién fue Miguel Ángel Blanco.

Esos jóvenes de las encuestas no tienen ni idea no sólo de ETA sino seguramente de muy pocas cosas de la Historia de este país y de más allá. Pero yo con 20 años tampoco tenía mucha idea, ojo. Cuando yo tenía 20 años ETA ya había matado a unas 150 o 200 personas y yo no conocía ningún nombre de una víctima. Y las mataban en mi pueblo o en el de al lado.

El problema es que los padres de esos chicos no les han contado cosas o no se las han contado debidamente. En el País Vasco, cuando uno no ha tenido una posición muy presentable o decente frente a lo que sucedía en su sociedad a sus amigos y vecinos, luego no va a ir hablando de ello y mucho menos a sus hijos. Hay un enredo generacional importante.

Esos jóvenes que ahora no se enteran de nada espabilarán como espabilamos algunos. Pueden cambiar de intereses. El episodio del terrorismo ha sido tan intenso en nuestro país, 50 años, han pasado tantas cosas, hay tanta documentación, ha tenido tantas consecuencias políticas… que es imposible que se pueda tapar esa historia. Cómo es la sociedad vasca y española se explican a partir de eso. Será objeto de estudio y habrá los suficientes jóvenes para contar bien lo que ha pasado, no tengo duda al respecto.

¿Cómo es que el silencio respecto a ETA sigue en el País Vasco?

El silencio es endémico en la sociedad vasca. Nos hemos acostumbrado a él, y yo me incluyo, aunque yo he hablado. Yo sé lo que es eso. Sé lo que es estar callado para no meterte en líos. Y no tanto para que no te fueran a matar, a la mayoría de la gente del País Vasco no la iban a matar por decirle a un vecino algo o por comprar un periódico en vez de otro.

Ya no es tanto el miedo a ser asesinado, sino a ser excluido de esa casta que era lo nacionalista o lo pronacionalista. El silencio y el disimulo ha sido la constante en el País Vasco. Cuando ETA mataba, ese silencio salvaba vidas. Si te acostumbras a callar y has estado mirando para un lado, se te queda la cabeza mirando hacia ese lado. La gente vivió como si ETA no existiera y ahora es como si ETA no hubiera existido nunca. Yo conozco gente que no ha utilizado la palabra ETA nunca.

Pedro Sánchez ha dejado de utilizarla. Ahora se refiere al «terrorismo» en abstracto, incluso para homenajear a Ernest Lluch.

Si conviene no hablar de ETA para no molestar a unos pretendidos socios, eso es sencillamente indecente. Si uno cambia el discurso de algo que sabe que es trascendental y adopta el todo vale, eso le sitúa a uno en un lugar de la política deleznable.

¿Llegará el día en el que dejará de ser necesario hablar de ETA?

Siempre es necesario hablar del pasado, todos hablamos de él. Nuestra cabeza va para delante y para atrás de una manera muy natural. Es inevitable, el pasado está siempre con nosotros. Cuando uno quiere olvidar el pasado es porque le ha hecho mucho daño o porque tiene mucha vergüenza. ¿Las víctimas quieren olvidar? Seguramente, pero no pueden porque tienen al muerto constantemente en su cabeza, toda la vida. De hecho, lo recuerdan todos los días.

El que quiere ocultar su pasado se empeña en que no se hable de él. En mi película se dice hasta tres veces que «lo que hay que hacer es mirar para delante». Y lo dicen quienes no quieren recordar el pasado, precisamente. Es una manera de burlar la realidad.