- Si algo une a los españoles en este momento es la incertidumbre
No voy a hablarles de mecánica cuántica ni del principio de indeterminación o incertidumbre de Heisenberg, que nadie se asuste. Aunque, visto lo visto, sería útil y didáctico escribir algunas líneas acerca de este principio tan importante para la física cuántica. Pero vivimos en un país en el que, si ya nos cuesta
sintonizar los canales de televisión, imaginen lo que supone decir que, contra mayor certeza y precisión se pone en descubrir la posición de una partícula, menos se conoce su masa y su velocidad.
Les diré, sin embargo, que el gobierno de Sánchez, es un magnífico ejemplo de esto. Porque, por más esfuerzos que uno ponga en conocer cuál es exactamente su posición respecto a cualquier asunto, menos sabemos acerca de la velocidad con la que puede cambiar de criterio y la masa de consecuencias que puede acarrear. Vean por vía de ejemplo los presupuestos, redactados en base a cálculos desmentidos por el propio estado y en base a una versión moderna del cuento de la lechera. Aunque lo mismo hacen en la generalidad del presidentín, que calculan millones por aquí y asignan millones por allá y, si no fuera por los fondos FLA, no tendrían ni para las nóminas. Ello no es óbice para que hayan anunciado que se dotarán de no sé cuantos miles de funcionarios más. Digan que sí, que la casa es grande y no repara en gastos. Incluso le han subido el sueldo al pájaro aquel que hablaba de felaciones de la reina y la infanta. Total, nadie dice nada y a los que dicen algo les retiran la credencial de periodista, como a mi amigo Xavier Rius. Pues eso, ¡gloria pa tó er mundo!
Ahora, la incertidumbre que supone que la Chiqui ministra diga en un acto de partido que ella arregla los temas en un pis pas en el consejo de ministros es enorme. Primero, porque conocemos a la Chiqui; segundo, porque hacen falta pelendengues para tener a los vecinos de La Palma sin ver un duro a día de hoy y, en cambio, solucionar en tres días que los ayuntamientos puedan seguir extorsionando al personal con las plusvalías. Esa incertidumbre provoca que nadie quiera invertir en mi tierra, o compartir información sensible con Sánchez, o arriesgarse a montar una empresa con tu propio dinero. Lo sensato, ahora mismo, es no hacer nada y pedirle una paga al estado. Eso sí, hay que fundamentarlo, pero no crean que es difícil. Hay que buscar un nicho en él, digámoslo honestamente, abultado capítulo de victimitas ofendiditas. Si encuentra usted un motivo para fingir que la vida lo ha tratado mú malamente aunque no sea cierto, tiene la vida solucionada. Y si le lleva una tarta a Irene Montero, miel sobre hojuelas.
Pero volviendo a la incertidumbre, la gente de la calle no sabe muy bien qué nos depara el inminente futuro. Si habrá guerra en Europa o no, que aunque sea un asunto grave como les explicaba ayer, le cae un poco lejos de momento a quien tiene por primer objetivo llegar a final de mes habiendo pagado las
facturas y comido razonablemente. Si, en cambio, el tema de la geoestrategia le preocupa, perdonen que les amargue el día pero como se pongan de acuerdo bielorrusos y argelinos, le van a hacer una pinza a la OTAN que ríanse ustedes de los peces de colores. Eso, por no hablar de que el carbón se lo compramos a Marruecos, el gas a Argelia y la electricidad a Francia. Del petróleo mejor hablamos otro día. Y de abrir nuevas centrales nucleares en España, nada, que eso es de fachas.
Estamos ante incertidumbres tales como saber si este invierno nos tendremos que calentar con un chubesqui o un braserillo, iluminarnos con una vela y desayunar croquetas de progresismo aliñadas con salsa de igualdad de género. De todos modos, y para no dejar al lector con mal sabor de boca,
existe una poderosa certidumbre: con esta gente al frente del gobierno las vamos a pasar canutas. Mientras tanto, en el otro córner, están peleándose por un quítame allá ese congreso. Cuanta incompetencia. Eso sí que es cierto de toda certidumbre con certeza.