José Luis Zubizarreta-El Correo

  • La suma que ha conseguido Feijóo es un tanto autodestructiva, pues, al margen de los votos heredados de Ciudadanos, sólo ha logrado atraer algunos de Vox

Una rácana victoria en votos y escaños no va a permitir a Feijóo alcanzar el Gobierno. La suma que ha conseguido es un tanto autodestructiva, pues, al margen de los votos heredados de Ciudadanos, sólo ha logrado atraer algunos de Vox, provocando un efecto de suma cero. Han fallado él y, con él, casi todas las encuestas, excepto las del denostado Tezanos que se han acercado a la realidad. El único aliado con que, en principio, puede contar el PP no le da para alcanzar la mayoría absoluta a que aspira ni suma con él más escaños que todo el aglomerado que puede aliarse en torno al PSOE. Pero tampoco éste alcanza con esos socios la mayoría absoluta si no se suman los, también en principio, inalcanzables del expatriado Puigdemont. La situación creada es, por tanto, extremadamente incierta y no permite descartar un bloqueo que conduzca a nuevas elecciones.

Dicho esto, que deberá profundizarse en otra reseña menos urgente que ésta, no puede uno dejar de felicitar al candidato socialista, Pedro Sánchez, por su entusiasmo y fuerza de persuasión a la hora de afrontar con éxito una situación tan difícil como la que ha logrado superar. Son tan repetidas las ocasiones en que ha salido victorioso de las encrucijadas que ha sorteado, que pensar en un don sobrenatural del tipo de la barakah que ampara e impulsa a los líderes de verdad es más tentador que atribuirlo todo a algo tal natural como eso que se ha dado en llamar resiliencia.

Por otra parte, tampoco cabe ocultar que su avasalladora campaña les ha hecho un flaco favor a quienes han sido y aspiran a volver a ser sus aliados y socios. Todos ellos, menos, curiosamente, EH Bildu, han sufrido pérdidas en sus resultados y deberán revisar y reforzar sus reclamaciones para poder repetir el apoyo hasta ahora otorgado. Sabemos de la generosidad del presidente a la hora de repartir dádivas y prebendas, pero, visto lo visto en la pasada legislatura, pocas le quedan ya por distribuir sin arriesgar la estabilidad del sistema. No cabe, pues, excluir que las negociaciones se estanquen y hasta fracasen.

Cabría pensar, caso de que los obstáculos resulten insuperables, en esa otra posibilidad que hasta ahora se ha demostrado imposible y que, temido el futuro de una polarización más destructiva que la actual, podría resultar la única capaz de afrontar con eficacia los retos que sin duda van a presentarse en el próximo futuro. Aunque dé miedo pronunciarla para no ser tachado de ingenuo, osaré hacerlo. Los resultados de las actitudes pasadas no han contribuido a mejorar el ambiente ciudadano, sino que lo han tensado en demasía. El país merece otra cosa.

Por ello, abrirse, desde los dos polos, a otros acuerdos del todo imprescindibles en temas estrictamente de Estado y de reforzamiento de las instituciones democráticas, compatibles con una gestión propia del Gobierno en otros temas más pedestres, aunque no menos relevantes sería una actitud recomendable por el bien del país y de su ciudadanía.